madrid. "Cuando diriges una película, te sientes como un pequeño dios", decía quien de la literatura pensaba que "se hace como el amor, cada uno la hace como puede", aunque defendía la palabra porque, "si no tenemos cuidado, vamos a acabar hablando como Tarzán, aunque traducido al inglés".

Ha muerto un insustituible, pero quedan sus palabras. "Todos albergamos, agazapado en las entretelas, un yo distinto, ajeno para su mismo anfitrión y no digamos para el resto de la concurrencia", decía. "Sólo me gusta inventar cosas, no lo puedo remediar", porque "contar mi vida me mataría de aburrimiento". ¿Pero qué aburrimiento? Director y guionista, escritor, presidente de la Academia de Cine, de la SGAE y miembro de la RAE... "He hecho de todo, aunque siempre a la fuerza, excepto lo de director", resumía. Y eso que para él "rodar equivale a fracasar", porque el director llega con la idea de una "película maravillosa", pero "poco a poco el tiempo y la impericia" van estropeando esa idea. Sus ideas fueron maravillosas y, casi siempre, en títulos escuetos: Leo, Niño nadie, Tata mía, Brandy, La Sabina, Río abajo, y la más maravillosa, Furtivos, que quizá eclipsó el resto de su obra.

Desde pequeño mostró su inquietud intelectual. "Los libros, en cuanto pude, me los compraba yo. Robando dinero de donde podía". Finalmente, no fueron tanto los libros como las películas. "Hay algunos momentos en los que no estoy rodando, en los que sólo vivo, pero que me sorprendo a mí mismo pensando: 'Esto es como cuando Henry Fonda en Pasión de los fuertes sigue en el porche esperando a la mujer que ama'". Llegó al cine desde la cinefilia, porque "el cine se aprendía llevándole bocadillos al director en los rodajes". Y, si fue difícil entrar para él, tampoco le parecía fácil para el público. "Para los espectadores hay tres tipos de cine: el americano, para bien; el español, para mal, y luego el extranjero, y ahí meten las europeas; y al cine extranjero van muy poco y, al español, menos", argüía.

"Los recuerdos, los sueños y las imágenes atesoradas a lo largo del tiempo, millones de fuis en definitiva, componen la argamasa de nuestra alma, fabrican nuestro último refugio de identidades, el recóndito e indivisible cuarto de atrás", escribió. Y para que nadie olvidara hizo el Diccionario de cine español y también Palabra de cine, porque el cine no solo le satisfacía a él, sino que llegaba al mundo. "No pasa un día sin que alguien titule con una frase de cine".