vitoria. Miramos a la luna para mirarnos a nosotros mismos. Y, desde ella, Alfredo Sanzol ha mirado a su infancia, a la infancia del postfranquismo, para construir un asteriode de quince caras, un montaje que a través de pequeñas historias juega un puzzle de emociones y destierros de la memoria. En la luna aterriza hoy en el Principal para desvelar caras ocultas, recuerdos teñidos de reflexión que surgen de este encargo expreso de Teatro de la Abadía -palabras mayores- al escritor y director.
Desde la anécdota, Sanzol parece no contar nada. Todo lo contrario, comentan quienes han seguido de cerca la evolución de sus piezas -Delicadas, Días estupendos, Sí pero no lo soy-. Es precisamente en esa aparente ausencia donde mejor encuentra su lugar la implosión de la condición humana.
Juan Codina, Luis Moreno, Palmira Ferrer, Jesús Noguero, Nuria Mencía y Lucia Quintana son los encargados de meterse, precisamente, en esa humana condición de los selenitas que protagonizan la pieza, embarcados en esa suerte de exilio de pequeños relatos, que ejercen de pequeñas metáforas de una sociedad que salía de la oscuridad del regimen y veía desde una nueva distancia la realidad que seguía rodeándola.
"Lo tenía pendiente. Ha estado siempre presente en todos mis espectáculos, pero nunca había puesto el punto de mira de una manera tan descarada en algo que para mí es muy frágil", explica Sanzol sobre el montaje. "Haber tenido un hijo hace poco ha sido el detonante que ha hecho ineludible tener que ponerme manos a la obra. La necesidad de empatía con el niño exige entender, comprender, conocer al niño que fuimos, y al niño que somos, y me da la sensación de que esos recuerdos guardan los marcadores genéticos del pasado".
Humor, escenas cotidianas y sensaciones íntimas se dan cita en el montaje que hoy recala en el Principal a las 20.30, viajando desde el proscenio a la luna. "Los personajes no saben muy bien dónde están, saben que están en algún sitio, pero más o menos les da igual. Es la misma sensación que tienes cuando eres niño. Estar en la tierra te parece muy bien, pero podrías estar en Marte y también te vendría bien. Y cuando eres niño una pesadilla es igual a la realidad. La realidad es presente absoluto, y no puedes imaginar que los mayores fueran una vez pequeños, o que el mundo siga su curso cuando tú no estás…".