Donostia. Se le podrá acusar de escueto y de dar poco juego, pero no de faltarle sentido común. Tommy Lee Jones (San Saba, Texas, 1946), actor, director y productor de cine, 40 años de carrera, compareció en la sala de prensa del Kursaal para hablar del Premio Donostia, y de su última película, Hope Springs (Zabaltegi Perlas), en la que encarna a un marido monótono cuyo matrimonio tedioso después de 31 años de convivencia.

La mayoría de los actores, más complacientes, se prestan a debatir sobre los temas que inspiran el argumento de las películas que protagonizan. Tommy Lee Jones, no. "No escribo una columna sobre consejos sentimentales, no soy terapeuta y ocho de cada diez periodistas me piden que dé consejos sobre el amor a una edad anvazada o para refrescar una relación. No puedo responder a estas preguntas. La película no tiene nada que ver conmigo". Y, por si acaso, advirtió: "Tampoco voy a hablar de política".

La falta de concesiones se extiende a los tópicos cinematográficacos.

No tiene géneros predilectos: "La especia de la vida es la variedad". ¿De qué película se siente más orgulloso? "Cuando iba a catequesis, me decían que ser orgulloso era un pecado. No tengo preferiencia por ningún papel. He hecho exceletnes películas y películas francamente malas, y esto es cierto para cualquiera", zanja. Tampoco ambiciona trabajar con ningún director, más allá de aquellos con los que ya lo ha hecho. Los que le podrían interesar, de hecho, "están muertos".

"¿La diferencia entre Billy Friedkin y Luc Besson? Son dos personas totalmente distintas. Uno americano y otro francés. Luc es su propio operador de cámara, Billy no creo que sepa encender una".

En sus incursiones como director (Los tres entierros de Melquiades Estrada, con guión de Guillermo del Toro galardonado en Cannes, y dos tv movies) asegura que ha "pasado algunos de los días más felices de su vida creativa". "Siempre busco trabajo, es muy difícil, pero quiero seguir intentándolo", explicó. De hecho, el 25 de marzo empezará a rodar la cuarta en el noroeste de Nuevo México.

¿Qué significó para su carrera el papel en la película El fugitivo (con el que ganó el Oscar)? "Fue muy bueno para los negocios", aseveró.

¿Y la propia estatuilla? "Fue bueno para los negocios", insistió, lacónicamente, el intérprete de Men in black y No es país para viejos. "Los actores siempre buscan la aprobación de los demás, y esa noche todas las personas de la industria te sonríen y te aplauden, es bueno para tu ego", añadió. Es de los pocos intérpretes que lo admiten abiertamente lo que es, curioso, porque él no parece, precisamente, necesitar la aprobación ajena.

Le preguntaron si las características "duras" de su rostro han condicionado los personajes que ha interpetado en su carrera. "No lo sé no tengo ni idea de qué aspecto tengo en este momento, y en ningún momento. Sería mejor que preguntaras a otro periodista", concluyó.

Felices Puesto que en Hope Springs se empareja con Meryl Streep, reciente Premio Donostia, le cuestionaron si había sido informado sobre la ciudad y el Zinemaldia. "Todo el mundo conoce el festival de San Sebastián porque lo lee en los periódicos de Estados Unidos o de cualquier otro país del mundo- Aparte de eso solo sabía que es una ciudad hermosa, y no he abordado nunca con nadie el tema". "Pero sí puedo decir que, hasta ahora -remarcó-, la experiencia ha sido feliz y placentera, y espero que siga siéndolo. Aunque ustedes no tienen aspecto de ser felices", rió de buena gana, dirigiéndose a los periodistas.

Pese a su escasa querencia por los adjetivos contundentes, describió la experiencia de rodar con Streep la define como "alegría pura y dura". Los dos están completamente creíbles y sostienen la película. "A veces estás aburrido o tiene miedo. Cuando trabajas con Meryl Streepo todo son sonrisas. No hubo nada difícil"

Este otoño estrenará Lincoln, la mirada de Steven Spielberg sobre el presidente estadounidense, que se centra en los dos últimos años de la Guerra de Secesión y la lucha por el contenido de la enmienda número 13, que deroga la esclavitud. "La guerra tuvo que alargarse hasta que se aprobara la enmienda, para que la abolición de la esclavitud no tuviera marcha atrás", subrayó. Nadie se atrevió a profundizar más.