madrid. El director de la aclamada película C.R.A.Z.Y., el canadiense Jean-Marc Vallée, regresa con Café de Flore, una cinta según él "complicada" que mezcla duelo amoroso con reencarnación y en la que el tema musical de Matthew Herbert del mismo título sirve de nexo entre las dos historias narradas.

Protagonizada por la modelo Vanessa Paradis, el cantante Kevin Parent y las actrices Hélène Florent y Evelyne Brochu, Café de Flore cuenta dos historias que se conectan constantemente pero que transcurren, una en el Montreal de nuestros días, la otra, en el mágico París de los años 60. El episodio canadiense se apoya en un triángulo amoroso protagonizado por Antoine (Parent), un hombre joven, atractivo, adinerado, padre de dos hijas y locamente enamorado de Rose (Brochu), a la que considera su alma gemela. Aparentemente lo tiene todo para ser feliz, pero algo inquieta su alma. Para alcanzar esta vida tuvo que separarse de su primer amor y madre de sus dos hijas, Carole (Florent), que, dos años después de su ruptura, sigue "rota de amor y sufrimiento", y eso "no le deja vivir en paz" a Antoine. Cincuenta años atrás, en París, una joven madre, Jacqueline, lo sacrifica todo para que su hijo con síndrome de Down, Laurent, salga adelante. Una idílica relación madre-hijo que se verá inesperadamente alterada con la llegada de Véronique, una amiga muy especial para Laurent.

En definitiva, dos mujeres que ven cómo los hombres de sus vidas se alejan de ellas irremediablemente, con el profundo dolor que ello les provoca, y entre las que el espectador descubrirá que existe algo mucho más profundo que ese sentimiento común. "Desde el principio supe que sería una película complicada", asegura Vallée de su nuevo filme, que llegará a las pantallas españolas el 17 de agosto, tres años después de La reina victoria. Vallée lo define como un "puzzle" que invita al espectador a "conectar las piezas" en un ejercicio "cerebral", y como una oda al "duelo amoroso", representada en una espiral de obsesión y dramatismo que finaliza con un rayo de esperanza. El cineasta, que siempre tuvo claro que no quería "una historia de amor al uso", se enfrenta al tema del desamor desde una perspectiva diferente, con la "reencarnación" con un papel fundamental. "No creo en ella, solo es algo que forma parte de la película", insiste el canadiense, ya que al parecer últimamente le persigue el fantasma del espiritismo. "Al final dejo al espectador que elija si quiere creer o no", añade. Y si los personajes se preguntan el porqué de sus destinos, para Jean-Marc Vallée el final de sus historias de amor aparentemente perfectas no tiene explicación. Los conceptos de "alma gemela", de "amor eterno" o incluso de "matrimonio" son, dice, "muy románticos", casi idílicos. El tema musical Café de Flore es un elemento fundamental en la película, el hilo hilvanador de ambas historias y la canción favorita de Antoine y de Laurent, personaje para el que Vallée eligió a un niño con síndrome de Down porque "sus rostros -explica- son la representación del amor más puro". Para el canadiense, la canción de Matthew Herbert es "muy cinematográfica", y a partir de ella "nació la película". Aunque, como ya ocurriera con C.R.A.Z.Y., toda la música que suena es clave. Temas de Pink Floyd, The Cure o Sigur Ros reflejan los estados de ánimo de los personajes, sirven de apoyo para la historia e incluso consiguen restarle algo de dramatismo. "Me enorgullezco tanto de la banda sonora como de la película", dice el director.