CANNES. Recibido con una cerrada ovación, Bertolucci se mostró sonriente y con energías, lejos de la imagen frágil que mostraba en los últimos tiempos.
Hacer esta película ha sido "para mí un regreso a la vida. En los últimos diez años he vivido en una especie de aturdimiento y ahora me he despertado. Me he despertado, como tantas otras personas, desde el momento en el que he aceptado de ser menos físicamente capaz de lo que era, a partir del momento en que lo aceptas es mucho más fácil".
Con esa nueva energía, Bertolucci regresó al cine, abandonado desde "Soñadores" (2003) y lo hace con una historia que adapta la novela del mismo título de Niccolò Ammaniti.
Un adolescente, Lorenzo, decide esconderse en el trastero de su casa durante una semana mientras sus padres creen que se ha ido a esquiar en una excursión escolar. Pero se encuentra con su hermanastra, Olivia, que se instala con él y con la que se enfrentará a un mundo del que siempre ha querido escapar.
"Cuando leí el libro de Nicolas inmediatamente tuve un flechazo y tuve ganas de hacer una película", explicó Bertolucci, a quien gustaba todo sobre una historia que pasea por la droga, la inocencia, la piedad, por las señales del destino que unen y separan a los dos hermanos protagonistas.
Lo único que no le gustaba era el final, pero convenció al autor del libro para cambiarlo.
Y para rodarla no sólo decidió regresar al cine, si no también a Italia.
"Tuve miedo de regresar a Italia", reconoció hoy el realizador de "El último tango en París". Porque últimamente sentía un rechazo general a lo que veía a su alrededor en su país de origen.
No le gustaba nada, pero, reflexionó el director: "¿qué podía hacer si los italianos votaban mayoritariamente a alguien que me gustaría olvidar. Así es la democracia".
Pese a todo, llegó un momento en el que tuvo realmente ganas de regresar allí donde estaban sus recuerdos y su realidad. Y decidió rodar en italiano por primera vez en 30 años.
Era algo que no hacía porque el italiano es un lenguaje muy literario. Pero consiguió para esta película escribir diálogos muy simples, al estilo de los americanos que tanto le gustan.
"Queríamos abandonar todo el punto literario que siempre hay en los diálogos del cine italiano. Como en el cine de Antonioni, en cuyos filmes lo más débil son los diálogos", explicó.
Todo ello para una historia que para Bertolucci era casi irresistible. "Porque me gusta mucho ver la realidad que cambia delante de la cámara".
El realizador se vio seducido por rodar con jóvenes, por capturar su vitalidad y curiosidad y hacerlo de una forma rápida y relajada, razón por la que descartó, como había pensado en un principio, rodar en 3D. "Demasiado laborioso para mí", agregó.
Un filme que "tiene su propia música en el movimiento, en el juego de planos, en las palabras que se pronuncian, en la historia que se desarrolla".
Pero lo que hace que todo se mantenga unido es la música, una música "extremadamente discreta" que envuelve una historia que parece simple pero que es "extremadamente compleja".
Tanto, que Bertolucci aseguró que en el futuro filmará personajes de jóvenes que no estén tan desesperadas como la coprotagonista de "Io et toi".
Una película con la que el realizador italiano ha regresado a Cannes, donde ya estuvo el año pasado, aunque en aquella ocasión para recibir la Palma de Oro de Honor del festival.