Vitoria. No pudo estar el pasado 30 de abril en el Circo Price madrileño pero fue, sin duda, uno de los nombres propios de la gala de entrega de los Premios Max, a pesar de que a estas alturas Israel Galván es un hombre más que conocido y consolidado. Se llevó los galardones a mejor intérprete masculino de danza y mejor coreografía por su última creación, un La curva que hoy mismo aterriza sobre el escenario del Principal dentro de la temporada invierno-primavera.

Será, como de costumbre, a partir de las 20.30 horas cuando el público se encuentre con un bailarín (o bailaor, según se prefiera) y coreógrafo en una cita para la que todavía hay unas cuantas entradas disponibles por 18, 12 y 8 euros.

En esta ocasión, el Premio Nacional de Danza 2005 se presenta en la capital alavesa en una nueva aventura al estilo de lo que ha sido su carrera, sobre todo desde que creó su propia compañía, es decir, riesgo, experimentación, mezcla, atrevimiento e investigación. Lo flamenco y lo contemporáneo se encuentran en un montaje que no hace más que cosechar halagos por donde pasa y eso que no se ha limitado a los escenarios del Estado sino que ha llegado a ciudades como París o Moscú. Eso sí, no está solo sobre el escenario. Sus movimientos se conjugan con el piano de Sylvie Courvosier, el cante de Inés Bacán y el compás de Bobote.

Vanguardia y tradición, dos palabras que algunos se empeñan en separar y otros, como Galván, fusionan sin problemas. A estas alturas, que le sigan tildando de transgresor es incluso cómico porque este artista sevillano no hace sino seguir la evolución lógica de una trayectoria en la que nunca ha habido miedo a ir más allá, o por lo menos no se ha notado de cara al público.

Según ha explicado el bailarín y coreógrafo en más de una ocasión a la hora de hablar de esta producción, La curva "nace de mi familiaridad con el silencio. De mi necesidad de desestructurar los recitales flamencos, donde cante, música y danza están íntimamente ligados. Quería ver cada elemento por separado, mostrar el silencio". Además, ha comentado, el montaje es también continuación de La edad de oro, en el que "me enfrento a un cantaor y un guitarrista, mientras que aquí voy hacia lo femenino, con dos mujeres, una muy jonda y otra muy vanguardista. Las dos juntas, Inés y Sylvie, es mi idea de una mujer artista. Ellas me ayudan a poner banda sonora al taller personal de mi baile".

"Tenemos libertad para experimentar, en un espacio sin principio ni fin, sin concesiones. En el espectáculo, somos esta habitación, y el espectador nos observa por el agujero de la cerradura", ha descrito a la hora de presentar un La curva que se ha convertido en una de las sensaciones del último año dentro y fuera del Estado.