¿sabía que en la primera aventura del reportero belga Tintín, éste se dedicó a denunciar las mentiras y las desigualdades sociales y económicas de la Rusia soviética de finales de la década de 1920? Antes de que existiesen el capitán Haddock, el profesor Tornasol, Fernández, Hernández y la Castafiore; antes de que Tintín se convirtiese en dibujos animados y, por supuesto, mucho antes de que saltase a la gran pantalla en tres dimensiones, un Tintín en blanco y negro y de trazo irregular luchó contra los rojos bolcheviques.

Esta semana se ha editado en DVD la película de animación dirigida por Steven Spielberg titulada Tintín y el secreto del Unicornio, que adapta el álbum homónimo, además de El Tesoro de Rackham El Rojo y El cangrejo de las pinzas de oro publicados durante la II Guerra Mundial en el diario Le Soir por Hergé, apodo del dibujante y guionista belga George Remí.

Mientras Hollywood adapta clásicos y los convierte en productos del siglo XXI, no está de más hacer un repaso a la primera y polémica obra del periodista rubio y su inseparable foxterrier: Las aventuras de Tintín, reportero del 'Petit Vingtième' en el país de los soviets -publicado en el Estado por la Editorial Juventud y en estos momentos pendiente de una reimpresión-. Para ello, no es posible desligar el contenido del cómic del contexto en el que vivió y trabajó Hergé a finales de la segunda y comienzos de la tercera década del siglo XX.

Tintín en el país de los soviets -como se conoce popularmente- comenzó a publicarse una vez por semana desde el 10 de enero de 1929 en Bélgica hasta el 8 de mayo del año siguiente en el suplemento juvenil del diario Le Vingtième Siècle, denominado Petit Vingtième. El periódico era un medio ultracatólico y su director, el abad Norbert Wallez, pidió a Hergé que dirigiese el suplemento juvenil en 1927.

En Petit Vingtième nació Tintín como herramienta para denunciar el comunismo instaurado en la URSS, pese a que el propio autor deseaba destinar al reportero a otro paraje muy distinto a Moscú y a las estepas rusas. Hergé quería que su creación viajase a América, cosa que no logró hasta 1931 con su tercera obra, Tintín en América. Según Numa Sadoul, periodista que entrevistó en profundidad al autor en la década de 1970 -posteriormente recogida en el libro Conversaciones con Hergé y en el documental Tintín y yo-, el abad Wallez era reflejo del creciente fascismo belga durante los años 20, además de ser gran admirador de Benito Musollini. Su pensamiento condicionó en gran medida los primeros trabajos de George Remí, convirtiendo sus viñetas en propaganda para adoctrinar políticamente a los jóvenes belgas.

En esta primera aventura, el reportero es destinado a Moscú para que escriba un relato del sistema comunista. Durante su trayecto es boicoteado por innumerables enemigos bolcheviques que intentan impedir que salga a la luz la cruda verdad sobre el "paraíso soviético". ¿Y cuál es esa verdad publicada en Petit Vingtième? Pues que no existe tal paraíso y que los habitantes de la URSS viven en la pobreza y expoliados por sus crueles dirigentes.

Los gags se suceden página a página. En los que en su mayoría el reportero y su can intentan infiltrarse en el entramado del sistema soviet o intentan escapar de las trampas colocadas por los diversos cuerpos de policía rusos.

Para llevar a cabo este trabajo y teniendo en cuenta que Hergé no había viajado a la URSS, utilizó el libro Moscou sans voiles -que podría traducirse como Moscú sin velos- del excónsul de Bélgica en Rusia Joseph Douillet para crear sus personajes y muchas de las escenas. De hecho, llegó incluso a reproducir con exactitud un pasaje completo del escrito de Doulliet en el que se muestra cómo las elecciones eran un fraude y los habitantes eran obligados mediante el uso de la fuerza a votar al Partido Comunista.

Con esta primera historia comenzó a forjarse una leyenda negra que perseguiría a Hergé durante toda su vida.

carácter didáctico

Tintín, boy scout

Michael Farr, en su libro Tintín: El sueño y la realidad, recoge que la infancia de Hergé fue extremadamente triste y que solo salía de la oscuridad en sus actividades como boy scout. Esa influencia también la trasladó a su personaje. Esta primera aventura, además de su condición propagandística, también tenía un claro carácter didáctico basado en los valores scouts.

Tintín es un experto en todo tipo de materias: sabe valerse por sí mismo en cualquier situación con muy pocos recursos. No obstante, las prisas no son buenas consejeras y si se actúa sin pensar de manera adecuada, es posible que sea necesario repetir la acción.

Es lo que le ocurre en uno de los pasajes: tras tallar una hélice de avión con una navaja, Tintín se da cuenta de que la ha hecho de una forma incorrecta y que con ella su avión no puede volar, por lo que debe volver a hacerlo. "Esto te enseñará a reflexionar antes de emprender un trabajo tan delicado", le advierte Milú a su amo. El foxterrier representa, en ciertas ocasiones, la voz de la conciencia y de la cordura. Pese a que el can no pierde la oportunidad de opinar sobre lo que acontece en cada escena, su amo, a diferencia del lector, no puede entenderle. Cosa que sí ocurre a la inversa.

"pecado de juventud"

Sin correcciones

Tintín en el país de los soviets es la única obra de Hergé que se mantiene tal y como se publicó por primera vez, a diferencia de otras que fueron modificadas y corregidas. Como se ha citado previamente, el dibujante vivió condicionado por el contexto histórico de Bélgica y eso fue reflejado en su obra. En su segunda aventura, Tintín en el Congo, se imprimió la fuerte tendencia colonialista de los belgas y la sumisión del país africano. No obstante, tiempo después, Hergé decidió redibujar y colorear esta historia, momento que aprovechó para corregir éste y otros aspectos del álbum.

No ocurrió lo mismo con el viaje que hizo Tintín a Rusia, dado que, como recoge Farr, el dibujante consideraba su primer cómic sobre el reportero belga un "pecado de juventud". Asimismo, el propio Hergé confesó a Sadoul que hasta la creación de El loto azul la creación de sus obras suponían únicamente "un juego". De hecho, el autor no permitió la reimpresión del primer cómic de Tintín hasta la década de 1970. Aceptó volver a editarlo debido a la presión de los fans y a la aparición de versiones pirata de la obra.

El dibujo en este álbum se compone de trazos sencillos y personajes no muy elaborados. Farr recuerda que Hergé publicó semanalmente aquella obra sin un guión predefinido y esperando hasta el último minuto para inventar una salida digna para Tintín al problema que había dibujado la semana anterior.

En contraste con el dibujo tosco y sin pulir, destaca sobremanera el constante movimiento de las escenas como, por ejemplo, en muchas de las carreras de múltiples vehículos -coches, motos, aviones, barcos, etc.- que hacen que la historia corra hacia delante.

Y la historia ha avanzado tanto que las aventuras de Tintín, en vez de quedarse únicamente en aquella experiencia soviética, han sido testigos del siglo XX y han llegado, incluso, a ser parte del siglo XXI.