Madrid. Cuando se piensa en las grandes injusticias de los Oscar, Glenn Close es uno de los primeros nombres que vienen a la cabeza, pero tras seis infructuosas nominaciones y con su interpretación en Albert Nobbs situándola de nuevo en la parrilla de salida, la actriz asegura: "No odio los Oscar".

"Alec Baldwin me dijo una vez que antes la alfombra roja conducía a los Oscar pero que ahora los Oscar son conducidos por la alfombra roja. Para una mujer es terrible pensar en qué ponerse para la gala. Pero sería magnífico, un gran honor tener un Oscar", aseguraba Glenn Close a un grupo de medios internacionales, entre ellos Efe, en el pasado Festival de San Sebastián.

Albert Nobbs -que se estrena el próximo viernes en España- es la historia de una sirviente que, en plena Inglaterra victoriana, desafía los límites impuestos a su sexo y se viste de hombre para lograr sus metas. Este personaje de género desdibujado es, literalmente, el papel de su vida, y con él Close optaba ayer a un Globo de Oro a la mejor actriz.

Close lo retoma treinta años después de interpretarlo en el teatro, en una película que ella misma ha financiado y para la que hasta ha escrito la letra de la canción Lay your head down, candidata también a un Globo de Oro.

"Desde el principio de mi carrera siempre me habían dicho que nunca invirtiera mi propio dinero en una película, pero quería que llegara el mensaje al público y era la única manera. Si lo recupero, lo volvería a hacer", asegura la actriz, que sirvió en bandeja el proyecto al director que le ha mantenido en activo en el cine en los últimos años, Rodrigo García.

"Mi personaje es una persona invisible en un trabajo en el que se le requería ser invisible. En la época victoriana, el servicio no tenían categoría de personas. No es solo una mujer fingiendo ser un hombre para trabajar, sino una mujer invisible para sí misma, que se siente un ser incompleto y que intenta emerger de su propio anonimato", resume.

Acostumbrada al brío despreciativo de su formidable marquesa de Meurteille de Las amistades peligrosas, el impulso psicopático de su Anne Archer en Atracción fatal o al histrionismo de su magistral Cruella De Vil en 101 dálmatas, Close hace un trabajo de contención en Albert Nobbs con el que todo apunta a que volverá a verse las caras en los Oscar con su antigua compañera y rival, Meryl Streep.

Ambas son las excepciones que confirman la regla de un Hollywood monopolizado por la juventud y excluyente con la madurez. "Yo hice mi primera película con 32 años. No sé si hoy se me darían las mismas oportunidades", reconoce Close, quien todavía recuerda con una sonrisa su primer día de rodaje en El mundo según Garp al lado de Robin Williams. "Se me olvidaba que tenía un micrófono y chillaba todo el rato mis diálogos", dice.

Casi treinta años después, Close ha pasado por el olvido, por una resurrección gracias a la serie de televisión Daños y perjuicios y no ha descuidado su pasión por el teatro, aunque le resulte "muy duro no pasar en casa seis de cada siete noches".

Ella siempre quiso vivir las vidas de los personajes que más le atrajeran. "Yo no quería ser una estrella, sino vivir otras vidas o llevar al espectador a otros mundos, como cuando yo veía los clásicos de Disney y me hacían olvidar mi vida en Connecticut", donde pasó su infancia.