La década pasada comenzó con el cierre de la sala Amárica y la presentación por parte de los artistas locales de la primera Iniciativa Legislativa Popular de la historia de las Juntas Generales de Álava, una apuesta respaldada por más de 5.000 firmas de ciudadanos del territorio que PP y PSE dejaron en papel mojado. La llegada de Lorena López de Lacalle (EA) a la Diputación en 2007 supuso un nuevo cambio en la relación entre la institución y los creadores del territorio, un pionero intento de gestión compartida de la actividad pública que cristalizó en 2008 en el Proyecto Amarika, iniciativa que (parece que todo es cíclico en el arte contemporáneo de la provincia) desde el pasado 31 de diciembre es historia. Otra década que empieza igual con casi los mismos protagonistas.
Más que curioso fue lo que se vivió el sábado 17 del pasado mes en la sala que ha dado nombre a la iniciativa, jornada en la que se clausuró un Inmersiones que mira hacia ciudades como Bilbao para su próxima edición, y que sirvió también para despedir la colaboración entre institución y artistas ante la no asistencia de ningún político que no fuera la mencionada López de Lacalle, ahora en la oposición. Fue un encuentro cercano, simpático, con juego gastronómico-expositivo que tuvo continuidad en Zuloa, y con dos pensamientos básicos en el ambiente: satisfacción plena por lo hecho; y preocupación máxima por lo que las instituciones, con la crisis como excusa, pueden hacer en el mundo cultural en su conjunto.
Pero no hubo pena ni tristeza, ni casi reproches a la decisión adoptada por la diputada Iciar Lamarain o al hecho de que algunos activos del grupo lleven un tiempo desaparecidos. Tal vez fuera por la marchosa y ruidosa batukada que acompaño a los creadores en su kalejira por el centro de la capital alavesa, pero el ambiente transitaba entre la necesidad de poner en valor lo aportado en estos años y el objetivo de redefinir el papel de la asamblea de agentes artísticos para ver cuál debe ser su rol en el futuro más allá de la gestión del espacio expositivo e independiente de Zuloa.
También el Ejecutivo de Javier de Andrés debe hacer sus deberes puesto que más allá de saber cómo será a partir de ahora la programación de las salas forales cuya trayectoria compartía con la Asamblea Amarika, la duda es saber de qué manera va a trabajar con el entramado local y cómo va a cumplir con su obligación para con el arte contemporáneo de la provincia y las personas que lo componen.
Un camino corto e intenso Dos fueron los criterios básicos con los que se creó el Proyecto Amarika. Por un lado, la implicación de la comunidad artística local en la gestión de lo público (ya fuese dinero, infraestructuras, recursos humanos o...). Por otro, trabajar en pro de la creación emergente sin perder en ningún momento de vista la referencia del público.
Esos dos márgenes del camino, que en los medios de comunicación o en Juntas sólo han encontrado y de manera muy esporádica algunas críticas del Partido Popular, han guiado una forma de hacer que ha tenido sus errores, por supuesto, y también detractores (aunque los que se han expresado de manera pública se pueden contar con los dedos de la mano).
Miles de espectadores en las salas Amárica, Casa de Cultura Ignacio Aldecoa y Archivo (aunque no se ha conseguido el objetivo foral de llegar al resto del territorio); cientos de propuestas recibidas en el Buzón de Proyectos (varios de los cuales se han materializado gracias a la ayuda aprobada); colaboraciones con museos, centros, asociaciones y artistas de dentro y fuera de Álava, el País Vasco y el Estado (recordar, por ejemplo, la residencia de creadores compartida con Alemania); puesta en marcha de estudios sobre el uso de los llamados 1 y 2% culturales (a pesar de que el recorrido de sus conclusiones ha sido corto); realización de las bautizadas SuperAsambleas (la última, sobre el BAI Center); la gestión de Zuloa... La acción de Amarika se puede ver desde muy distintos puntos de partida, aunque destaca, sin duda, la puesta en marcha del congreso de jóvenes creadores Inmersiones.
Eso sí, hay un objetivo que la asamblea no ha conseguido y que ha sido determinante para que la Diputación haya podido tomar la decisión de romper amarras sin casi problemas. Desde el minuto uno, uno de los anhelos principales de los creadores era recuperar los locales forales que están vacíos en Zaramaga (los mismos que hace unas semanas fueron ocupados por varias decenas de jóvenes aunque sin éxito al final). La idea era sencilla: convertir estos talleres en la sede de Amarika y, sobre todo, abrirlos para el uso permanente de los creadores, para poder llevar a cabo diferentes producciones, para facilitar el intercambio con otras regiones o países, para... en definitiva, un punto de encuentro físico que, además, contaba con el apoyo de las Fábricas de Creación del Gobierno Vasco y, por lo tanto, con la implicación de otra administración que haría muy difícil tomar cierto tipo de decisiones políticas destinadas a la supresión de lo hecho. Y sí, 300.000 de los 400.000 euros que se requerían para ponerlo todo en marcha estaban asegurados, pero no conseguir el dinero restante impidió dar más pasos y hacer posible esta actuación.
Eso sí, de poco o nada sirve ahora lamentarse. Lo cierto es que el Proyecto Amarika ha demostrado que cuando lo público quiere, la gestión compartida y el ejercicio horizontal del poder funcionan. Es más, sale rentable en lo económico y tiene consecuencias en lo social. Pero esta experiencia también ha dejado claro que la cultura está sujeta en exceso a los cambios legislativos máxime cuando se rechaza una y otra vez realizar un plan estratégico circunscrito a Álava, y, además, se tienen demasiado en cuenta las recomendaciones de algunos funcionarios que luego no rinden cuentas ante nadie.
Lo peor, de todas formas, es la sensación que varios creadores están percibiendo desde que la crisis se ha agudizado: la sociedad del territorio empieza a exteriorizar cada vez más esa idea que acusa a los artistas de querer vivir a costa del dinero de todos. Y aquí, justo frente a ese pensamiento, hay más cosas en juego que las siglas de un partido o el futuro de un grupo de personas unidas por un determinado proyecto.