Vitoria. Llega cargada con el violonchelo, protegido del frío por un estuche plateado. Pero dice que no lo va a sacar de su acogedora funda para las fotos. Ahí dentro, tras el brillo argénteo, reposa un José Filius Andreae Guarnerius de 1715. Vamos, para el no entendido -un 99,9%-, una auténtica pieza de museo, cedida por el Fondo Nacional de Música. Por eso no hay que moverlo demasiado. Lo justo para tocar. La intérprete holandesa Quirine Viersen lo hará por ejemplo mañana, cuando a partir de las 20.30 horas comparta escenario con la Banda de Música de Gasteiz para desarrollar el Concierto de Cello del compositor Fiedrich Gulda.
No será la única pieza que se desgrane sobre el escenario del Teatro Principal. Pero sí la que convertirá a Quirine en efímera solista de la agrupación gasteiztarra, desarrollando una variada pieza que ya grabó "hace veinte años, y con la que siempre me lo paso bien". Cómo no hacerlo con un trabajo "con cinco movimientos y cinco tiempos diferentes", una apoteosis del salto estilístico y, de paso, una muestra de la versatilidad de este instrumento de cuerda, familiar del violín y enmarcado entre las dimensiones de viola y contrabajo.
Dividido en cinco partes, el concierto partirá con la Overtura, en la que se dan cita "elementos de jazz" y, en opinión del director de la cita, Iker Olazabal, también ribetes de funk. Tras este inicio marcado por el swing -en el que el violonchelo, como en el quinto tramo, estará amplificado-, llegará Idylle, un fragmento que deriva al Romanticismo, antes de que Cadenza vire una vez más, esta vez hacia códigos de pentagrama más contemporáneos. En el cuarto capítulo de la entente, Menuett, los sonidos bucearán hacia la Edad Media, para, finalmente, derivar en un Finale alla Marcia que "podría ambientar el Oktoberfest de Munich", dibujando una de las obras "más locas que existen para chelo", explica Viersen, una holandesa errante -habituada a la itinerancia por las mejores orquestas internacionales- que suma en su palmarés musical, entre otros, el concurso Rostropovich o el Tchaikovsky.
Será la propuesta protagonista de la noche en el Principal. Pero no la única. Antes de que Quirine emerja en escena, la Banda Municipal ya habrá desgranado dos piezas. La primera, Sinfonietta nº2, alternará un primer ataque "divertido y lleno de energía" con una segunda parte de "recogimiento", todo ello con firma de Philip Sparke. Tras este tema, llegará el momento de viajar a Cuba de la mano del Danzón nº2 de Arturo Marquez, un ritmo que se interpretará como en su primera versión, la que data de 1880, sólo con viento y percusión. Más tarde, en la época actual, la Simón Bolivar Orquesta se ha encargado de popularizar el tema.
Ingredientes suficientes los que parecen aportar tanto el programa como los protagonistas de esta velada para no perder nota del concierto, que reclama su atención principal en los últimos pasajes. Los que llevan el sello de Fiedrich Gulda, un compositor que primero fue pianista de fama mundial -sobre todo por sus interpretaciones de Beethoven-, y que en 1950 se lanzó a la escritura tras interesarse por el el jazz y su combinación con la música clásica. Gulda quería morir el mismo día en que nació uno de sus más grandes ídolos, Mozart, y, como tantas otras cosas, lo consiguió el 27 de enero... del año 2000. Mañana renacerá un poco con su obra, dedicada a recorrer, con múltiples colores, el telón de Gasteiz.