Pamplona. Después de un largo trayecto, Bi Anai, la ópera prima de Imanol Rayo, llega hoy a las salas. Y lo hace con la intención de salvar la frontera del tiempo y perdurar en la memoria del público, al que el realizador de Arbizu recomienda que "no se quede con la primera impresión", sino que la deje madurar, "distanciándose de ella", para ver cómo a los días crece y "se reconstruye" en la cabeza.
Bernardo Atxaga publicó Bi Anai en 1985. Imanol Rayo nació un año antes. Y hace más de cuatro, con 22, comenzó a escribir la primera versión del guión para llevar esta historia al cine. Por el camino han pasado muchas cosas, ha habido más versiones, ha vivido en primera persona lo difícil que es financiar una película, ha rodado la película y ha recibido un premio en el Festival de Cine de San Sebastián. Casi nada. Y está "contento"; ha hecho las cosas "como quería". "Los planteamientos teóricos de construcción de la película se han cumplido al cien por cien", cuenta Rayo, riguroso en todo momento con el contenido. Sin duda, debutar con un trabajo de este tipo es casi una declaración de intenciones, de principios cinematográficos. Pero a Imanol Rayo le van los desafíos, de ahí que escogiera Bi Anai, "muy adecuada para la literatura, pero muy difícil de llevar al cine", reconoce el director, que desde el comienzo descartó la "forma canónica en la que se suelen adaptar las novelas", seguramente porque lo suyo no es una adaptación, sino "una visión personal sobre la obra". Y a Bernardo Atxaga le parece mejor que bien. "En esta historia, tiene mucha importancia el tiempo, o la falta de él; el tiempo es alegórico y el espacio también, y eso lo he visto muy bien trasladado, igual que los personajes. A partir de ahí, no tengo más que decir, porque él (por Imanol) es otro creador", afirma el escritor, que bromea sobre el "mal humor" que algunos manifiestan con los filmes que se hacen de sus libros. "Cada arte tiene su lenguaje, igual que no se puede escribir una novela sin palabras, el cine tiene sus propios signos", dice el autor de Obabakoak, que confiesa que sí dijo una vez no a un productor porque lo que pretendía hacer a partir de una de sus novelas "no tenía nada que ver con mi visión del mundo". Eso sí, "las apuestas se hacen con la chaqueta puesta", y, en su opinión, una vez que un escritor vende los derechos, luego "tiene que aceptar las consecuencias". En este caso, está claro que tanto Bernardo Atxaga como Imanol Rayo llegaron a un trato y, en palabras del director, aunque la relación entre ambos ha sido continua en todo el proceso, "he sentido una libertad total".
Vasco y universal Respecto al contenido de Bi Anai, la visión apuesta por la distancia, dejando de lado las recreaciones históricas, porque "yo no he vivido esa época", pero, sobre todo, porque la película "está planteada para que no envejezca, para que formalmente permanezca en el tiempo". En definitiva, esta es la "proyección" que Imanol Rayo hace de la historia y si resulta fiel o no a la original no es tan importante.
Otra de las aportaciones del director a este relato es que todos los elementos, desde los personajes hasta el papel de los animales y de la misma naturaleza "están al mismo nivel" en la narración, por eso hay pocos diálogos. Y los sonidos -el tic tac del reloj, los pasos sobre la madera- son otra parte fundamental. "Una buena película tiene que contar cosas diferentes con las imágenes y con los sonidos", opina Rayo, que en Bi Anai ha colocado muchos sonidos fuera de campo "como un modo de excitar la imaginación". Y no está de acuerdo con quienes dicen que la película es "hermética" o lenta, porque "cada plano y cada sonido está donde tiene que estar". Además, parafraseando al guionista Jean-Claude Carrière, defiende que, en un mundo frenético como éste, en el que parece que todo va muy rápido, "resulta que nuestro pulso interior es el mismo de siempre". De ahí que esta película vuelva "a ese ritmo original", el que marca "el cine de imágenes y sonidos".
Tampoco comparten ni Atxaga ni Rayo la calificación de cine esencialmente vasco con la que algún crítico ha etiquetado el filme. "No puedo aceptar una dicotomía entre universal y vasco, es un esteoripo que no acepto; nadie existe en lo universal, sino en lo concreto", subraya el escritor de Asteasu. Para él, si una novela o una película que ha sido en un momento y en un lugar determinado es capaz de llegar a personas de todas partes, "es que ese primer momento de concreción ha funcionado y es entonces cuando llega el segundo momento, el de lo universal". En su opinión, Bi Anai goza de esas dos condiciones.