Hace ocho años se cerró la sala Amárica. Una sala que apostaba en gran medida por el arte local. Después del cierre, su presupuesto cercano a los doscientos mil euros, se destinaron al proyecto ProgrAmárica que se desarrolló en el seno de un nuevo museo: Artium. ProgrAmárica intentó seguir la estela de la sala Amárica. Y así se habilitaron ayudas, becas, exposiciones para la creación local. Con no muy buen resultado: el arte local no salió de su abotargamiento.
Y hace tres años la sala Amárica se reabrió. La diputada de Cultura de entonces apostó por realizar un proyecto destinado al contexto local pero gestionado con la ayuda de los creadores locales. Creadores que se constituyeron en asamblea abierta. En una asamblea con representación y legitimidad suficiente como para asumir esa responsabilidad. Y con un ideario compartido e ilusionante. Y el presupuesto de Artium, de ProgrAmárica -convertido ahora en el Proyecto Amarika- pasó a ser gestionado por el tejido local, junto al equipo de la Diputación. Incluso dos salas expositivas más del organismo foral (Casa de Cultura y Archivo Provincial) fueron programadas bajo el sello Proyecto Amarika, costeando el plus con ese mismo presupuesto.
Y ahora la nueva diputada da carpetazo al Proyecto Amarika. Sin haberse reunido previamente con la Asamblea Amarika para recabar más información, para hacer una valoración en condiciones de los resultados del proyecto, valorarlo, sopesar pros y contras y decidir su futuro. Incluso el colectivo se enteró del fin del Proyecto, y de los argumentos esgrimidos por la diputada para tomar tal decisión, por los medios. Ésta aducía que se había creado una estructura paralela al departamento de Cultura y que para hacer ese trabajo ya estaban ellos. También explicó que los de Amarika son sólo un grupo de artistas, pero que, bueno, hay más grupos. Todos con el derecho a ofertar algo a la Dipu. Queda claro que la diputada no ha vivido en Vitoria, ni conoce el Proyecto Amarika, ni conoce el contexto local. Sólo así se pueden entender esas declaraciones. Porque la Asamblea Amarika nunca ha sido una estructura paralela a la Diputación. Por lo pronto porque no había un equipo contratado paralelo a la institución. Algunas de las actividades realizadas se ponían en marcha gracias a la colaboración de los más de cuarenta artistas que han formado -y forman- parte de dicha Asamblea. Y de aquí pasamos a rebatir el segundo argumento de la Diputada: Amarika no es un grupo determinado de artistas. Es una plataforma abierta en la que cualquier ciudadano -artista o no- puede estar. Es un órgano, por tanto, de participación ciudadana. Que ha gestionado siempre un presupuesto destinado al arte local buscando la conexión con su comunidad. Y lo ha hecho con más éxito que cuando la institución lo hacía por su cuenta. Y de esos éxitos hablaré la próxima semana. No se vayan lejos.