vitoria. Siempre que puede, la Sociedad Fotográfica Alavesa cuela su objetivo en la realidad. Y, si no lo hacen sus socios, también anima al resto de la sociedad a que revele su particular mirada, extendiendo el virus del encuadre. Una de sus últimas apuestas fue premiar los mejores retratos de la pasada edición de Jazzaharrean, un concurso que en su fallo ha escogido como mejor pieza una instantánea de la fotógrafa Sara Rodríguez Herrero.

Algo más de una treintena de imágenes han compuesto el montante visual con el que se ha enfrentado la mirada escrutadora del jurado, compuesto por Aitor López de Audikana y Donca, ambos integrantes de la Sociedad Fotográfica Alavesa, y Iñaki Saldias, de Jazzaharrean. El segundo y tercer lugar del podio ha ido a parar a Íñigo López de Audikana y Robert Hextall.

En esta primera edición, "el jurado ha valorado la capacidad de las imágenes premiadas para aproximar al espectador a la atmósfera íntima del jazz, de ajustarse al tema principal: jazz más alde zaharra -Jazzaharrean hecho imagen-, y el dinamismo y fuerza del momento a través de la cercanía que transmite la proximidad del intérprete".

Por ello, en la imagen ganadora de Sara Rodríguez -titulada Garua, se lleva un premio de 500 euros- el espectador se encuentra precisamente con un instante de intimidad de una cantante, Verónica Ferreiro, que llevó su voz hasta Artium en la segunda jornada del festival. "Estaba dando vueltas alrededor del escenario, buscando un encuadre diferente, y me gustó lo que veia entre los cachivaches y el contaluz; me sugiere un momento íntimo", recuerda la autora, más dedicada profesionalmente al audiovisual, pero amante de la fotografía. Algo tendrán que ver las tablas que le dan llevar quince años retratando las actuaciones de Parral Taberna.

En la sexta cita del programa se disparó el botón de la cámara de Íñigo López de Audikana, que congeló al saxofonista de Playa Canalla, Raúl Romo, en esa cuesta que hace ya más de cinco años se convirtió en el cantón del jazz, con una propuesta abanderada por Gora, Parral y, por entonces, también la barra del Kitsch. Un acierto que le vale -foto sin título- 300 euros.

El retrato se diluye en la tercera de las imágenes, la de Robert Hextall, que sume a su protagonista en la abstracción. Robert sale con su cámara, no la saca a pasear. "Tengo una pequeña, no una reflex. Me gusta llevarla encima todo el rato para poder sacar ese momento especial en cuanto lo vea. Eso no es posible con lentes grandes. Esta foto (Moment of magic) es realmente un detalle de una escena mas amplia. Buscaba expresiones, y allí estaba, en la parte de arriba de la foto, asi que a cortar y pasarlo por un programa sencillo de filtros". El bronce del cajón: 200 euros.

Premios nada desdeñables los de un certamen que, si algo puede lamentar, es la escasa participación -once fotógrafos-, a pesar de la atractiva propuesta. Acercarse a un concierto y jugar a exprimir más allá del sonido los ritmos de sus protagonistas y escenas, cada vez más variados en este festival. Sólo es un apunte. Un aviso para navegantes. Más premios esperan en una posible segunda edición. Jazzaharrean no necesita más música. Pero sí gusta del recuerdo de la imagen.