Sabe mal el símil, pero el trasvase entre Krea y Montehermoso tiene algo de fichaje de verano. Las contrataciones ya están anunciadas, pero cada uno de los cracks sigue entrenando con su equipo en su actual ciudad deportiva, una buscando el máximo rendimiento de la altura, en lo alto de la colina, otra en truncado proceso de construcción, en el cinturón de la ciudad. En el ajustado cinturón de la economía.
Desde su despacho responde Xabier Araquistain, Arakis, que a pesar de conocer el límite temporal de sus responsabilidades al frente de Montehermoso, no se ha tomado un día de reflexión ni nada parecido. "Estamos centradísimos en la inauguración del 7 de octubre", asegura, enfrascado en la redacción de textos para los catálogos, en completar el puzzle con el que Montehermoso volverá a ofrecer juego a los gasteiztarras. Para Arakis, "no es el momento de hablar, de hacer balances", aunque empatiza y comprende que su ritmo y el de la prensa "suelen ser distintos". Ya habrá tiempo tras "el último bloque inaugural", para charlar largo y tendido sobre su paso por el centro y demás vericuetos una vez presentada esta última oferta expositiva.
Por los mismos derroteros se mueve la que a partir del 1 de enero será -de nuevo- la máxima responsable del proyecto para el centro cultural, una Araceli de la Horra que responde también desde su despacho en Krea. Tampoco ella opina que éste sea el momento de hablar sobre futuro, aún posada en el presente. Ya llegará el momento, "cuando me incorpore al Ayuntamiento".
Siempre tienen más visos de ser respetados los silencios que las palabras, aunque ambos traducen, quieran o no, una actitud. La de De la Horra y Arakis apuesta ahora por respetar a sus respectivos clubs, cumplir contratos y, seguramente, pensar en paralelo, en lo que les deparará el futuro. Y respetar, claro, el trabajo del otro, como siempre han hecho. Ambos son conscientes de que el otro hará lo mismo.
Por eso, hasta dentro de unas semanas, Gasteiz deberá acostumbrarse a aceptar las nuevas certezas de dos de sus espacios de referencia contemporánea, un Krea que, pese a su amplio trabajo previo, navega en la deriva de la coyuntura, y un Montehermoso que ve cómo finaliza una época y comienza un futuro aún incierto, en el que un objetivo se plantea como horizonte. La imagen como punta de lanza del centro. Queda cercar ese concepto y dotarlo de contenido, para poder liberarlo por completo.
Pero antes, Araceli y Arakis tienen que jugar sus últimos minutos en sus respectivos equipos. Antes de que acaben los plazos y llegue el momento de (des)ocupar plazas. Los puntos suspensivos acabarán en el cambio de año con un punto y aparte. Unos puntos suspensivos que, desde su silencioso dibujo, dejan al lector/espectador vitoriano que piense en las resonancias del trabajo que vienen haciendo. En los ecos del que desempeñarán.