Dirección: Mike Mills. Guión: Kasper Tuxen. Intérpretes: Ewan McGregor, Christopher Plummer, Melanie Laurent, Goran Visnjic, Mary Page Keller. Nacionalidad: EEUU. 2010. Duración: 105 minutos.
en el principio de estos principiantes descansa una anécdota personal vivida por el propio cineasta. En esencia, es la misma que articula un guión que se juega a dos bandas pero que no es capaz de establecer ni una sola carambola digna de ser recordada. Se trata de una salida del armario, metáfora de guardarropa que se aplica a aquellas personas que, en un momento de su vida, airean públicamente el secreto, a veces muy mal guardado, de su tendencia sexual. En ese caso, el que salió del armario fue el padre del cineasta, Mike Mills, quien ahora se ha decidido a ilustrar cinematográficamente la aventura paterna.
Para hacerlo, Mills escoge el camino del regate fácil, escurre el bulto y se queda en la anécdota. Demasiado apegado a la cadena biológica paterna, Mills pasa de puntillas, y en clave de comedia ligera, por una cuestión que incluso ahora no debe tomarse a la ligera. No al menos si se trata de profundizar en ella. Pero ya en su primer trabajo, Thumbsucker, Mills evidenció una querencia por una frivolidad de celofán y lazos rosas para envolver cuestiones graves.
Las que Principiantes encara no se conforman con diseccionar el tortuoso proceso de simulación sexual. Mills acumula sesiones para su psicoanalista y, además de la triunfal declaración de homosexualidad paterna hecha pública tras el fallecimiento de la mujer, Principiantes se enfrenta a los meses finales de una vida aquejada por el cáncer, a un vibrante y videoclipero recorrido por la historia de EEUU de América bajo el prisma de los derechos humanos incluido por supuesto, o sobre todo, el de la libre opción sexual, más el cargante noviazgo entre dos insufribles personajes encarnados por Ewan McGregor y Mélanie Laurent.
De los tres escenarios aquí descritos, el más insoportable es aquél que afecta a estos dos personajes embarcados en un proceso de seducción que comienza con ecos de Freud y termina con toques propios de los románticos encuentros entre Julia Roberts y Richard Gere en su versión más edulcorada.
Mills aspira a circular por el camino abierto por gentes como Wes Anderson y Spike Jonze. Y su intento no hace sino poner de relieve la dificultad de poder repetir el horror de lo que los abanderados de la nueva comedia americana se han encontrado al abrir la caja de Pandora de los mecanismos del humor.
Lejos de la estética de la crueldad formulada en su momento por Milos Forman, cuando obtuvo de Jim Carrey su más conmovedora e inquietante interpretación en Man on the moon, Mills se deshace en banalidad con barniz de posmoderno sin problemas. Lo más evidente en Principiantes es lo que su título apunta. De principio a fin, todo en esta película rezuma inmadurez, pura epidermis formalmente atenta a los gestos y ritmos del cine de la contemporaneidad, esencialmente vacía de toda capacidad de pellizcar algunos de los temas importantes que trata.
Y no es que no sea posible y plausible encarar la muerte, el engaño, la represión, los miedos sentimentales, lo homofobia y la farsa conyugal con la música ligera de la risa y la desvergüenza, que lo es. Lo que no encaja bien es abismar la zona oscura de la existencia, para ser incapaz de decir nada. Salvo, eso sí, media docena de guiños manoseados que se saben repetidos, vacíos y desprovistos de cualquier sensación de autenticidad por más que lo que se nos cuente sea algo basado en la vida del padre del director y guionista.