cannes. El cineasta danés Lars Von Trier presentó ayer sus disculpas al Festival de Cannes por las palabras que pronunció por la mañana durante la presentación a concurso de su última película, Melancolía, donde dijo que simpatiza con Hitler.
"Si he herido a alguien con las palabras, me disculpo sinceramente. No soy antisemita ni tengo prejuicios raciales ni soy un nazi", dijo Von Trier en un comunicado. La propia organización del festival invitó a Von Trier a explicarse por esas declaraciones que causaron sorpresa, disgusto y estupor durante la rueda de prensa del director. "El cineasta precisa que se dejó llevar por una provocación. Presenta sus disculpas", completó por su parte la organización. "La dirección del Festival toma nota y transmite las disculpas de Lars Von Trier. Reafirma que no admitirá jamás que el certamen pueda ser el escenario de declaraciones semejantes sobre esos asuntos".
Habían pasado horas desde que las palabras del danés causaran revuelo en Cannes, donde hay experiencia con declaraciones polémicas del cineasta, como cuando declaró, hace dos años, que se consideraba el mejor director del mundo. "Yo entiendo a Hitler, aunque sé que hizo cosas equivocadas, por supuesto. Sólo estoy diciendo que entiendo al hombre, no es lo que llamaríamos un buen tipo, pero simpatizo un poco con él", es lo que dijo en respuesta a una pregunta sobre su acercamiento al judaísmo. "Lo único que puedo decir es que durante mucho tiempo pensé que era judío y estaba contento. Luego comprendí que no lo era. Quería ser judío, pero en realidad me di cuenta de que era un nazi porque mi familia era alemana, lo cual también me agradaba", soltó Von Trier. Luego matizó: "No estoy a favor de la Segunda Guerra Mundial ni estoy en contra de los judíos". Una de las protagonistas del filme, Kirsten Dunst, puso cara de nerviosa actitud y de no saber si estaba creyendo lo que oía.
pornografía Pero la rueda de prensa dio para más, ya que antes de estallar la polémica, el mismo Von Trier definía su filme como "romántico" y aseguraba que Melancolía no parece suya, que su look le recordaba a esas cintas que detesta y que en su próximo filme quería rodar pornografía. "He tenido muchas fases melancólicas en mi vida, pero hoy estoy muy contento de estar aquí", reconocía a la vez con cordialidad para sorpresa de los asistentes, sin que se pudiera prever el giro que daría la comparecencia, que dejó la calidad artística de esta aproximación intimista al apocalipsis en un segundo plano. Una lástima, puesto que así desvió la atención de Melancolía, que es el equivalente a los ejercicios de desarme de otros cineastas como Cronenbergh y su Promesas del Este, o Lynch y su Una historia verdadera, de manera que, lejos de perder la firma, la hacen emerger desnuda y con más fuerza. Por supuesto, hay grandilocuencia, hay cóctel de referencias artísticas, hay Wagner y hay un planeta que arrasará la Tierra. Pero la película "no es sobre el apocalipsis, sino sobre la necesidad de expresarse".
Pulcra visualmente, equilibrada en su acercamiento a unos personajes desequilibrados y filosófica en su acercamiento al eterno dilema entre ciencia e intuición, la cinta arrancó, si bien no una ovación cerrada, sí la complicidad de un público mucho más amplio del que suele acompañar a un director que levanta tantas pasiones como odios.
Kristen Dunst, la novia que entra en depresión tan solo horas después de decir el "sí quiero", es la protagonista de este díptico de la complejidad femenina. El otro lo encabeza Charlotte Gainsbourg, como su controladora hermana, aterrada por el fin de los tiempos. Y aun en la cuenta atrás de la especie humana, no dudarán en sacar los trapos sucios para completar el cuadro psicológico familiar Charlotte Rampling, como la despiadada madre, y John Hurt como el desprendido padre.