MADRID. Unamuno (Bilbao, 1864- Salamanca, 1936) sentía una gran atracción por el cuento y le gustaba su espontaneidad, su brevedad: "El escritor que hoy quiere ser leído ha de saber fabricar píldoras, extractos, quinta esencias. La cuestión estriba en hacerlo de modo que sean agradables de tomar; en saber dorarlas", afirmaba en un artículo.

LOS DESCONOCIDOS

Menos conocidos que sus novelas, los cuentos son claves para comprender el pensamiento de Unamuno y su concepción de la literatura, entre otras razones "porque en ellos hay un diálogo con el resto de su obra", señala en una entrevista con Efe Óscar Carrascosa Tinoco, responsable de la edición de los "Cuentos completos" que publica Páginas de Espuma.

Tras ocho años de trabajo, Carrascosa ha reunido 87 cuentos en esta edición, lo que la convierte en la más completa de las publicadas hasta ahora. Entre ellos hay algunos inéditos, que no habían sido recogidos "jamás" en libro, como "¡El amor es inmortal!", que apareció en 1901 en una revista venezolana, o "De beso a beso".

Escritor, profesor e investigador, Carrascosa se enfrenta en la introducción a "la fijación del corpus de la cuentística de Unamuno", una labor nada fácil porque "hay problemas de datación" y porque, en algunos casos, ha habido que determinar "qué textos son exactamente cuentos y cuáles no lo son".

"La pícara cuestión económica" llevaba a muchos autores a escribir más cuentos que novelas, y Unamuno no era ajeno a esa práctica. Llegó incluso a publicar algún relato "sin apenas modificación y con otro título en una revista diferente", comenta Carrascosa.

SUS 9 HIJOS Y LOS CUENTOS

Sus nueve hijos comían de la cátedra que el autor de "Niebla" impartía en Salamanca, pero merendaban de "un cuento perdido", según dice en ese genial relato que es "Y va de cuento".

"Si por un cuento te dan 5, 6 u 8 duros, libres de gastos, ten por seguro que una novela veinte veces más extensa que él no te daría 100, 120 o 160 duros". "Son, pues, no pocos cuentos, novelas abortadas, con lo que a menudo ganan. Pero otras veces pierden", afirmaba en uno de sus artículos.

"Y lo que tuerce la vocación y aptitud de muchos, haciendo que de buenos novelistas que podrían llegar a ser, se queden en medianos cuentistas, es, ni más ni menos que la pícara cuestión económica (...) Pero nadie puede decir: de esta agua no beberé", reconocía.

Unamuno reflejó de lleno la crisis de fin de siglo en su obra y el "héroe" de sus cuentos "es un héroe intelectual" porque se hace eco de las preocupaciones del autor, "de sus tormentos", entre ellos "el tiempo devorador y la muerte", indica el editor.

El escritor defendía "la literatura como salvación". A sus obras las llamaba "hijos espirituales" -título también de uno de sus cuentos- y, según se deduce de una de sus cartas, parecía darle más importancia a sus libros que a sus propios hijos.

Cuando nació su primogénito, Unamuno cuenta que su impresión "al ver salir aquel muñeco que parecía de cera", era "curiosidad sobre un fondo de grande indiferencia".

"Trabajo más que nunca y con más fruto que nunca en mi hijo espiritual. Mientras pugnaba por salir el uno, laboraba yo mentalmente en la gestación del otro", escribe el autor de "La tía Tula".

SATISFACCIÓN DE LA FAMILIA

La aparición de los cuentos completos llena de satisfacción a Miguel de Unamuno Adárraga, nieto del escritor vasco. "En general se tiende a publicar siempre lo mismo de Unamuno y se descuidan otros aspectos", le dice a Efe.

Pero, en opinión de Unamuno Adárraga, arquitecto y profesor, "lo más urgente y necesario" que habría que publicar serían "los artículos y las cartas".

Eso es algo por lo que yo estoy siempre suspirando. Ha habido intentos, pero no hay una edición global de todo ese material. Mi abuelo cada día tenía una preocupación y la volcaba en las cartas, artículos y ensayos breves. A la larga, quizá sea lo más interesante de su obra", concluye el nieto.