Cannes (Francia). Gus van Sant inauguró ayer la sección Una cierta mirada del Festival de Cannes con una historia de amor adolescente y terminal, Restless, un drama de vida y muerte para hacer correr primeras lágrimas. Restless hizo recordar la Palma de Oro que le valió a Van Sant en 2003 su filme Elephant, aunque ayer el director estadounidense olvidó las dramáticas incursiones de adolescentes en las costumbristas matanzas colectivas de EUUU y trajo una triste historia de amor, con el mensaje de que este sentimiento es inmortal y el fin de la vida es el renacimiento.

Cuenta Van Sant (Lousville, 1952) en este filme, rodado en Portland, donde vive, un amor adolescente entre Enoch (interpretado por un primerizo Henry Hopper, hijo del actor Dennis Hopper) y Annabel, cuyo proyecto de vida se cuenta en pocos meses. El cáncer terminal de ella y la desorientación más absoluta de él (sus padres murieron en accidente de tráfico) les une en inusuales encuentros en velatorios de muertos ajenos y anónimos. Cementerios y tanatorios son escenarios recurrentes de la nueva cinta del director de My own private Idaho, en la que sin embargo se celebra la intensidad de la vida en cualquier momento, aunque sea fugaz. En esta película -que no compite por la Palma de Oro- Van Sant ha utilizado con los actores la técnica de ensayar las escenas sin palabras.