madrid. La actriz francesa Catherine Deneueve que ayer visitó Madrid para promocionar Potiche, una comedia de François Ozon en la que se ríe de sí misma mientras juega a ser "mujer florero", asegura que no es una actriz solemne y que hubiera hecho comedia de habérselo propuesto al comienzo de su carrera.
"No soy solemne, ni cómica, sólo actriz", afirmó en una rueda de prensa, en la que también se sorprendío de que "todo el mundo" le pregunte si le ha costado abandonar su imagen de mujer sofisticada para encarnar a la señora Pujol: "es como si pensaran que me paso la vida sentada en un sillón Luis XV y tomando tazas de té".
Denevue encendió un pitillo durante el encuentro con la prensa y, cuando le dijeron que estaba prohibido bajo multa, respondió que la pagaría ella: "me parece todo excesivo y creo que atenta contra la libertad individual", argumentó.
En Potiche. Las mujeres al poder, Deneuve es "una mujer amable, naïf, que sólo quiere que todos se sientan bien, pero no es una parodia", puntualiza. Ya desde la primera escena, en la que la actriz aparece vestida con un chándal rojo y trotando por el campo mientras compone poemas se apunta el tono de guasa con el que Deneuve encara su papel.
La película transcurre en los setenta, en una ciudad del norte de Francia donde Suzanne vive sin preocupaciones su papel de esposa, madre y ama de casa con servicio, una mujer florero (Potiche, en francés) que hace tiempo que no se cuestiona si ama a su marido, un empresario déspota y mujeriego. Después de una huelga y del secuestro de su marido, ella asume la dirección del negocio, una fábrica de paraguas, y para sorpresa de todos, lo hace mejor que él, pero las cosas cambian cuando éste reclama su puesto tras una cura de reposo.