Aunque tenía problemas físicos estaba dispuesta a acudir. El 15 de noviembre de 2009 se cumplían 40 años de la muerte de su marido, el escritor gasteiztarra Ignacio Aldecoa, y ella estaba dispuesta a dejar su retiro en Cantabria por unas horas para viajar a Vitoria en esas fechas y asistir al homenaje que se le iba a otorgar a su esposo en la casa de cultura que lleva su nombre en el marco de un congreso sobre su obra literaria. Pero la crisis económica hizo que la Diputación echase marcha atrás y que lo que iban a ser unas jornadas con expertos, ponencias, charlas y demás se redujesen a un sencillo recital. El dinero, como de costumbre, se imponía a la cultura. Y claro, ella no vino.
Fue la última oportunidad que tuvo la capital alavesa para volver a estar junto a Josefina Aldecoa (en realidad se apellidaba Rodríguez Álvarez, pero tras desaparecer Ignacio en 1969 lo cambió). Ya no habrá más posibilidades. La escritora y pedagoga leonesa falleció ayer a los 85 años de edad después de vivir una larga enfermedad degenerativa. Lo hizo en la localidad cántabra de Mazcuerras, donde vivía apartada del mundo desde que se le detectó dicha dolencia.
En 2008 publicó su última novela, Hermanas. Desde entonces, su producción se había detenido, igual que después de la muerte de su marido. Entonces le costó diez años volver a escribir y lo hizo, además, para hacer una revisión crítica de una selección de cuentos del autor vitoriano, con quien tuvo una hija.
Josefina Aldecoa, una de las grandes impulsoras de las ideas de la Institución Libre de Enseñanza y una de la últimas autoras de la llamada Generación de los 50, formó junto con Carmen Martín Gaite, Sánchez Ferlosio y Luis Martín Santos, entre otros, la primera generación literaria de la posguerra, y en 1961 publicó su primer libro, A ninguna parte.
Dos años antes había fundado en Madrid el Colegio Estilo, un centro simbólico basado en las ideas de la Institución Libre de Enseñanza, en el que su hija sigue sus pasos.
En 1983 editó Los niños de la guerra y un año más tarde publicó La enredadera, a la que siguieron Porque éramos jóvenes y El vergel.
En 1990 inició, con Historia de una maestra, una trilogía de carácter autobiográfico que continuó con Mujeres de negro y La fuerza del destino. En estas obras revisó toda una etapa de la sociedad española y en ellas hablaba de temas tan polémicos y actuales como la retirada de los símbolos religiosos de las escuelas.
En 2000 publicó su primer libro de relatos, Fiebre, una antología de catorce cuentos escrita en los años 50 y 60, justo la época en la que estuvo casada con Ignacio.
La escritora formaba parte del Patronato del Instituto Cervantes desde 2006. La directora de esta institución, Carmen Caffarel, la definió ayer como "una de las grandes mujeres del siglo XX". Para su amiga la escritora y académica Soledad Puértolas, Josefina Aldecoa fue una mujer muy completa, batalladora y una gran retratista de su generación. Otra de sus amigas, Rosa Regás, la recordó como ejemplo de persona comprometida con las ideas, la educación y con la literatura.
La carrera literaria de Aldecoa fue reconocida con los premios Castilla y León de las Letras, el Julián Besteiro de las Artes y las Letras, el Internacional de las Letras y el de la Fundación Cristóbal Gabarrón de las Letras. En 2005 le fue impuesta la Gran Cruz de la Orden de Alfonso X el Sabio y en 2006 recibió la Medalla de Oro de las Bellas Artes.