En principio, Ispansi parece hablar de la epopeya vivida por miles de niños que salieron de España para recalar en Rusia en un intento de escapar del horror de la Guerra Civil. Pero eso es sólo en el principio. Argumentada con referencias a la realidad, Carlos Iglesias ha construido su relato con brochazos de verdad histórica y con pinceladas de melodrama extremo. De modo que con el rasgo grueso, contextualiza para, luego, con el lápiz fino perfilar el sendero entrevisto en aquel fresco inaugural con el que el actor se hizo director, y al que tituló Un franco, catorce pesetas. De manera que con estar presente en Ispansi la tragedia colectiva de esos miles de niños españoles que se desperdigaron por el mundo en busca de refugio, pesa mucho más el deseo de moralizar, su querencia por fabular y la querencia por el conflicto afectivo que su compromiso y capacidad para penetrar en el territorio de lo histórico. Actor antes que director, su película anterior, escrita sobre las sombras de su propia existencia, abría el panteón del recuerdo de la España de la emigración a Centroeuropa. En aquel filme de engranajes cortantes y tono dulzón, encontró Carlos Iglesias un equilibrio solvente y unos personajes queribles. En Ispansi, Iglesias avanza hacia atrás en el tiempo para hablar no ya de lo que conoció, sino de lo que supo a través de quienes lo contaron. Esa diferencia entre lo vivido y lo imaginado hace de Ispansi una propuesta menos verosímil. En ella se impone su naturaleza de cuento moral narrada por un orfebre sentimental que desgrana el relato entre una falangista de buena familia y mala situación, y un comisario comunista guardián de un grupo de niños. El guion derrocha esfuerzo, rezuma buena voluntad y se resquebraja por la falta de soldadura entre sus extremos. Hay demasiada casualidad, demasiada pirueta narrativa. Eso hace difícil creer en este filme forjado con solemnidad grave y temple bajo, recitado con voz engolada e interpretado con arquetipos que (des)fallecen. Ispansi ruega tanta simpatía por su moraleja como provoca estupor por su falta de nervio. Hace desear que fuera mejor por el tema que trata y por la actitud de su narrador. Pero esos deseos resultan frustrados.

Dirección y guión: Carlos Iglesias Intérpretes: Esther Regina, Carlos Iglesias, Isabelle Stoffel, Doris Dragos, Eloísa Vargas, José de Felipe, Bruto Pomeroy, Isabel Blanco e Iñaki Guevara Nacionalidad: España y Suiza. 2010 Duración: 101 minutos