Como Javier Krahe, apostó por el arte en la treintena. ¿Cómo se atrevió? Era un paso arriesgado...
Sí, ya tenía dos hijos. Pero era una cosa que siempre tuve clara, desde chaval. Pero, claro, ser pintor... Mis padres no tenían posibilidades de darme estudios. Mi padre era un albañil y el pobre hombre no hacía más que trabajar. Yo estuve en Forjas Alavesas diez años. Intenté colocarme en Fournier, pero no valía.
Quería ubicarse en lo artístico...
En aquel momento era, dentro de mis carencias intelectuales, lo que me parecía que me iba a gustar más. Pero para ellos no valía. Me dijeron que tenía un dibujo muy especial, y necesitaban dibujantes muy maleables. Les dije que me probaran, pero no hubo forma. Llegué a pedir trabajo en Rótulos Viñaspre. Y en una empresa de señales de tráfico. Estaba desesperado. Quería tener un lapicero en las manos.
¿Cuándo empezó a pintar?
Empecé con óleo a los 14 años. Luego lo dejé -empiezas que si las chavalas, que si el grupo de música- y lo retomé tras la mili. Trabajaba en Forjas, salía a las siete y me metía a pintar. Estuve años así, sin saber lo que era tomar un vino ni nada...
Estaba volcado...
Me encantaba. Me presenté en Bilbao con dos cuadros debajo del brazo y fui a varias galerías. Bilbao en los 70 era impresionante, era como el maná, había un montón de galerías, se vendía todo. Caí con un señor que me los compró, y me dijo que iban a hacer un concurso. Me presenté y me dieron el segundo premio. "¿Tienes para una exposición?". Les llevé 42 cuadros. Tras una semana me dijo "te los compro todos". Me ofreció trescientas mil pesetas, que no las había visto en mi vida, y aproveché la coyuntura. Tenía para ir tirando año y medio, y me dije: "voy a arriesgar". Y fue un riesgo, porque el tío pagaba, pero cuando le daba la gana. Su deporte era hacer talones sin fondos. Con lo grande que era el Banco Vizcaya, y desde que entraba por la puerta todo el mundo se reía de mí.
¿Dónde estaba el primer estudio?
Pintaba en la calle Rioja, en casa de unos amigos de mi suegro. Creo que era en la cocina, encima de la mesa. Como no tenían hijos...
En una cocina, se dedicaría a cultivar el bodegón...
Al principio pintas más paisaje. Luego estuve en Cola y Goiti y ya en éste. Es muy importante tener un estudio donde te aisles. Cuanto más lejos de casa, mejor. Otra cosa con la que tuve que luchar al principio fue con la frase de "hazlo tú, como no trabajas...".
Pintar no "parece" una profesión.
A mí también, en cierto modo, me da cosa decir que voy a trabajar. En realidad, me estoy divirtiendo tanto que nunca lo he tomado en serio.
Le gusta curiosear, jugar...
Me gusta meter horas, soy disciplinado. No quiere decir que esté siempre pintando. Dibujo, leo, escribo, oigo música. El caso es estar aquí, que te pille la musa trabajando.
Así como, por ejemplo, los pintores flamencos que expone ahora el Guggenheim, tienen identidad grupal, ¿la siente usted en Álava?
Cuando empiezas a pintar siempre tienes referencias, como cuando haces cualquier cosa. Pero nunca me he preocupado de ser un pintor regionalista, aunque he hecho temas de aquí. Siempre huyo del encasillamiento, de los grupos. Soy muy independiente, voy a lo mío.
Y ha pasado por todos los estilos y disciplinas posibles...
Y ahora -voy a hacer 68- eres aún más libre. Al principio estás sin querer mediatizado. "Voy a coger un estilo". Ahora pinto lo que me da la gana.
¿Cuándo comenzó a sentirse a gusto, satisfecho con su pintura?
Siempre lo he estado, inconscientemente. Lo primero antes era presentarte a concursos. "Este cuadro, para este concurso". Cuando lo terminaba me acuerdo que decía "es que no se puede ser tan bueno". Luego lo ponías al lado de los demás y decías "qué malo". Era la ilusión. Luego empiezas a ver que la gente cree en ti, que te busca, que te buscan las galerías... Pero el miedo escénico siempre existe. Y a lo que más miedo tengo es a repetirme. Me repito en temas, pero ves un bodegón de ahora y uno de hace diez años y no tienen nada que ver. Puedo pintar la misma botella, pero... En realidad soy realista, necesito un tema, pero es lo que menos me importa. Es la coartada. Lo que me gusta es enredar con las cosas, con los movimientos, con los instantes.
El lienzo refleja al pintor...
Te dicen: "es que ya no pintas como hace diez años". Es que tampoco soy el mismo que hace diez años. Es así.
En sus últimos lienzos todo flota...
Sí. Me gusta que las cosas inertes se muevan, que bailen. Es lo que busco, esa sensación.
¿Y qué sensación tiene al pintar?
El tiempo pasa volando. Es como si mantuvieras una conversación con los cuadros. Estás hablando con la cebolla: "que no me sales, que aquí falta alguna mancha...". Les digo a mis amigos: "a mí los cuadros me hablan". Y no se lo creen. Me toman el pelo. Pero es verdad. A mí un cuadro me dice "párate" o "tienes que hacer otra cosa, porque esto no va". Me está indicando cosas.
¿A sus amigos de siempre les ha metido el veneno de la pintura?
Muchos tienen cuadros míos y son buenos clientes. He contactado con mucha gente a través de ellos. A mi mejor amigo lo conocí así.
Y funciona mucho boca a boca. En galerías no se suele ver su obra...
Hace tiempo decidí no salir de Vitoria. Me di cuenta de que estaba trabajando para no sé quién. Ibas a Madrid, te exigían dinerales tremendos. "El pintor paga, el pintor paga, el pintor paga...". La última vez, en una galería importante, Sokoa, vendí 16 cuadros y oí de su boca que habían perdido dinero. "Pero si he pagado todo y encima me habéis quitado 16 cuadros". Lo de ir a ciudades grandes es una trampa. Visto desde aquí: "ha expuesto en París". En ciudades grandes no va gente a las exposiciones, mucha menos que en una ciudad pequeña.
Además París... Puede ser cualquier clase de galería.
Pero dices "he expuesto en París" y eso impresiona mucho.
Sea cual sea el lugar concreto.
En Valencia, en una galería céntrica, estuve dos días enteros, desde que abrieron hasta que cerraron, y entraron cuatro personas. Dos, críticos. Es un gasto y encima no te ven la exposición. Se acabó. Yo lo que quiero es que no me falten veinte duros en el bolsillo. Amasar no me interesa, soy feliz haciendo lo que hago, voy aguantando así y aquí estoy. Nunca digas de este agua no beberé, igual mañana me pongo a pintar ciervos porque me estoy muriendo de hambre, pero mientras aguante...
¿Por qué da clases?
Es para gente mayor, dos horas a la semana. Como es en invierno me viene bien. Para las seis de la tarde aquí en el estudio no ves nada. Me gusta y me viene muy bien, porque corriges. Yo no me explico muy bien, me gusta predicar con el ejemplo. Prefiero que me vean diez pinceladas para que vean lo que quiero decir. Y haces mano, porque pintas multitud de estilos diferentes.
Antes le daba más al lienzo, ahora lo alterna con acuarela y dibujo..
Con la acuarela me ha pasado una cosa curiosa. Probé en los 70, pero no me gustó. He estado muchos años haciendo óleo porque me parecía que la acuarela era perder el tiempo. Pero hace poco empecé a enredar con tintas y vi que el agua te sorprendía, hacía cosas interesantes. Di el salto. Me gustó y me apetecía. Y ahora hago muchísimas. Siempre había oído a los acuarelistas que era muy difícil, que no se puede corregir. Pues sí se puede. Lo que pasa es que se dan importancia (risas). Se pueden mover cosas, retraer, dibujar encima...
¿Y retrato? No se ven muchos aquí.
No es que me gusten. Suelo hacerlos. Sobre todo por compromisos. Siempre he pensado que es lo más desagradecido para el pintor. Cuando me viene un señor a que le haga a su mujer le digo "comprenderás que no le voy a ver como tú". Por ejemplo, mujeres con cuellos muy largos... No me gusta amoldarme. Para eso a Lourdes hay que ir.
¿Qué pintores le gustan?
Más que pintores, me gustan cuadros. Todos tienen cuadros que son una porquería y otros buenísimos.
Hay que decirlo más...
No entiendo cómo se pueden pagar millonadas por una firma. He visto cuadros de Picasso que son una castaña. Y cosas maravillosas. Lo que pasa es que, al amparo de todo eso, hay individuos que no tienen ni puta idea, que te cuelgan un chorizo y se supone que tienes que quedarte con la boca abierta. Pues no.
Cada vez hay más intermediarios entre artista y espectador.
Hay mucho cultureta suelto, intentando explicar. Un cuadro se tiene que defender solo. Cuando tienes que empezar a adornarlo con un montón de palabrejas, procurando que nadie las entienda, mal asunto.
Pues dígame algún cuadro.
Ahora mismo no sé. En la exposición misma de los flamencos había maravillas. Cuando piensas en ese tipo de gente, en qué condiciones pintaban, dices "soy un desastre"... Se tenían que hacer la pintura, por ejemplo. Ahora vas a la tienda de pinturas y tienes veinte mil colores.
¿Sus museos preferidos?
Soy un viajero nulo. A Bilbao voy a la fuerza. Luego lo agradezco.
Necesita ración diaria de estudio.
Me he hecho comodón seguramente. Pero como no necesito más... Lo considero un defecto, porque siempre he hecho muchas cosas, pero, bueno, hojeo muchos libros, casi no me pierdo exposiciones en Vitoria...
Hablando de libros, ¿cómo surge su faceta literaria?
Lo he hecho siempre. Son cosas que hago para mí, pero si luego alguien lo lee y le gusta y lo quiere publicar, encantado. Estoy experimentando la misma sensación que cuando pretendía meterme en las galerías.
¿Da más trabajo escribir o pintar?
Es parecido. Cuanto más escribes, más fluido. Y si lo dejas dos meses, luego te cuesta arrancar. Pintando pasa lo mismo, pierdes mano.
Hace años su estudio se incendió, ¿cómo recuerda ese momento?
Aquel día lo pase muy mal. Salí del ascensor y olía a quemado. Estuve por bajar a donde la vecina a decirle "se le están quemando las patatas" porque no había ni gota de humo. Ni en la misma puerta. Fue abrirla y encontrarme con un muro negro. No se puede describir. Se está quemando tu vida. Es terrible.
El apellido Fiestras se ha hecho un hueco en Vitoria. Un hijo director del FesTVal. Otro al frente de un restaurante. ¿Orgulloso?
Estoy orgulloso porque creo que nos hemos ganado cierto aprecio de la gente. Y me da un poco de pena que mi padre, que era el Fiestras original, no lo ha podido saborear.
Por cierto, ¿ha dicho que también le dio a la música?
Bah, aquello fueron... Campos he tenido muchos. Era cantante.
¿A lo Beatles?
A lo Beatles tocaban los Aster. Éramos más melódicos. Locuras de juventud. Me lo pasé muy bien.
¿Cómo se llamaba el grupo?
Los Ícaros. Luego estuve en Los Errantes. Cantábamos en el Canciller, en el baile de peritos de los fines de semana. Nos daban 600 pelas por actuación. Era una pasta entonces.
Todo se valoraba más...
Es que había mucho menos, también en pintores. Estaban Pichot y Suárez Alba. Luego empezamos a salir algunos jóvenes... Ahora pinta todo cristo. Todo cristo es culto. Me aterra esa gente que va repartiendo cultura por la calle. Yo me he quedado completamente atrofiado, no entiendo nada. Y eso que la pintura moderna me encanta, pero...
Visita el Bellas Artes y Artium...
Sí, pero poco. Artium también tiene cada historia... Pero, sí, suelo ir.
¿En qué proyecto anda?
Estoy pintando menos. Te haces más reposado, analizas más las cosas. Siempre desde mi óptica. No quiero dar clases de nada a nadie.
¿Cada día un tema nuevo?
Estos ajos, por ejemplo. De repente vi una cesta y dije "a ver qué sale". Me gusta marcarme retos. De cualquier cosa intento un cuadro.
Y, si no, pinta por encima...
Últimamente sí, antes los rompía. Es una satisfacción increíble. Cuando haces un cuadro y se está riendo de ti, lo dejas, lo apartas, vuelves y nada... Un día, al romper uno, hizo efecto tambor y me pego en la cara. Otro día tenía una exposición preparada para unos clientes y se la fui enseñando, pero la mujer no dejaba de mirar hacia otro cuadro. Le dije "ese cuadro no me gusta nada, luego lo voy a romper". Pues al final se lo llevaron. Al cabo de los años he vuelto a verlo... y no sabes lo que me gustó.