ALlí nada es lo que parece. Soldadores y caldereros se mezclan con operarios que trabajan la silicona y la cera con esmero. A primera vista sólo se ve una fábrica. Pero una pieza de un descomunal torso de Pedro Chillida genera el primer impacto. Más allá, los restos de cuatro columnas de Philippe Starck ahondan en la sorpresa y arriba, una gigantesca pieza de Jedd Novatt, lista para viajar a EEUU, siembra el desconcierto. Son las bambalinas del arte. Es Alfa Arte, una empresa que recibe al año decenas de encargos de esculturas públicas de grandes dimensiones y que trabaja en las obras de artistas contemporáneos de relumbrón, ofreciendo a los creadores técnicas para confeccionar sus originales trabajos. "Somos una industria al servicio del arte, no solo trabajamos bronce como al principio, ahora hacemos fundición, calderería, de todo... porque los artistas de vanguardia utilizan materiales como resinas de poliéster o acrílicas reforzadas con fibra de vidrio, hasta maderas estratificadas o incluso cemento", explica Jesús Rodríguez, director comercial de la firma.
La transformación de una fábrica de máquinas de coser en un taller de esculturas colosales parece un misterio aunque a ojos de Rodríguez sea una evidencia. "Las máquinas ya no eran rentables y se intentó aprovechar el potencial, el bagaje técnico e industrial y los conocimientos profundos de microfusión hacia la producción de obras de arte".
En una de sus naves dedicada a fabricar moldes, un primer paso elemental, aún permanecen restos de las columnas de la Alhóndiga. Todas se fabricaron en Italia, a excepción de las cuatro metálicas encargadas al taller eibarrés. Philippe Starck envió los modelos de 50 centímetros pero allí conjugaron la artesanía, y las últimas tecnologías para erigirlas a 3,40 metros. "En su fabricación se ha usado un escáner digital en tres dimensiones que después reproduce el diseño a tamaño real", precisa Rodríguez.
En la planta superior se aloja una escultura gigante de ocho toneladas de peso del neoyorquino Jedd Novatt. En 2005, el escultor empezó a coquetear con el taller y dos años después se consolidó una unión de la que ya han nacido quince obras. Pero no es el único autor que confía ciegamente en los veinticinco operarios de esta empresa. También Miquel Barceló les entregó sus monumentales elefantes. Para facilitar su manipulación, el original, de ocho metros y cinco toneladas, se dividió en 27 piezas que durante más de seis meses se trabajaron por separado, para después ensamblarlas y darles la pátina y el acabado final. Andrés Nagel, cliente de la factoría, se la recomendó a Barceló, y entre sus máquinas también han pasado Txomin Badiola, Pello Irazu, Paco Aguilar, Jedd Novatt, Ángel Garraza, Andoni Euba, Dora Salazar o los mismísimos Oteiza y Basterretxea.
La avanzada tecnología que utilizan es uno de sus reclamos. "El rayo láser lee la topología de un objeto y toma miles de millones de puntos en un segundo, esto pasa a un tratamiento informático y sabemos virtualmente cómo es ese objeto. Ahí lo ampliamos o lo reducimos y generamos un archivo informático", explica, mientras asistimos maravillados al resultado en la impresora 3D o en la fresadora de control numérico. A partir de ahí, un meticuloso proceso de cera perdida, fundición o calderería industrial... culminará en una espectacular obra.
Aunque descifrar el deseo de un creador es un misterio, en Alfa Arte le han cogido el truco. "Hay creadores tiquismiquis. Barceló es muy celoso de que se reproduzca hasta la última huella, otros no son tan excesivos. Estamos con los artistas más vanguardistas del momento y ellos lo que quieren es que plasmes el espíritu de su obra". Y cita el puf de acero inoxidable de Vasconcelos. "Él quería un puf metálico rugoso, que pareciera real. El reto era además fundirlo de una sola pieza para que no se aprecie ninguna soldadura".
Pero en el taller de Eibar no todo ha sido siempre monumental. "Empezamos con pequeñas piezas de bronce para decoración o regalo de empresa, pero vimos que había otras pequeñas fundiciones que podían ejecutarlas. El cambio de instalaciones fue definitivo para pasar a grandes esculturas", afirma el gerente Jose Mª Armentia. A su juicio, ahora, el mercado está muy tocado. "Todo el arte que iba en espacio público, ligado al desarrollo urbano, se ha parado. Por eso ahora estamos enfocados hacia los grandes artistas que no funcionan a golpe de encargo ni dependen de coyunturas. La clave está en vender un servicio. En el momento en que el autor piensa cómo produzco eso, nosotros le ayudamos. Somos su interlocutor para fabricar esa materia y si quiere también nos encargamos del traslado, de la instalación y de toda la logística", afirma Armentia a sabiendas de la proyección de esta empresa.