Vicent Sanchis es un apasionado del mundo del cómic y del tebeo, un universo de aventuras y fantasía que descubrió siendo un niño. Fruto de esa pasión es el libro que acaba de publicar, Tebeos mutilados. A través de sus páginas muchos lectores verán sus viñetas preferidas y se reencontrarán con El Capitán Trueno, con La familia Trapisonda, con los vecinos de 13 Rue del Percebe o con Mortadelo y Filemón, entre otros muchos.

Pero el autor del libro nos abre los ojos sobre un detalle en el que muchos no caímos en los momentos en los que leíamos las andanzas de estos personajes: la censura, que actuó durante decenios, mutilando trabajos y acallando a artistas y personajes. Pocas historietas se salvaron de los tijeretazos que el régimen franquista imponía a los textos infantiles y juveniles para preservar los valores patrios que imperaron durante más de cuarenta años en el Estado español.

Hasta la fecha se han publicado estudios sobre los efectos de la censura en el cine, la literatura, la radio o, incluso, la prensa de la época, pero éste es el primer libro que analiza en profundidad los efectos que la censura franquista tuvo en las publicaciones infantiles y juveniles de viñetas.

años cincuenta Vicent Sanchis ha viajado en el tiempo y por las viñetas de los tebeos que hicieron soñar a los niños de décadas pasadas. En Tebeos mutilados descubre al lector que en los años de la dictadura también el ocio se dividía en publicaciones del régimen y publicaciones que querían vivir ajenas a las imposiciones, tratando de sortear todas las limitaciones. La última opción no fue posible. Hay quien comenta que fue Franco quien acabó con El Capitán Trueno.

Los tebeos sufrieron, como el que más, los efectos de la censura. Las mayores coacciones llegaron a partir de los años cincuenta, cuando el Ministerio de Información y Turismo elaboró una serie de normativas que editores, dibujantes y guionistas debían acatar. Dichas normativas recomendaban no confundir hadas con ángeles o prohibían rotundamente cuestionar la autoridad paterna. Qué decir de cualquier tema en el que el censor viera un trasfondo de erotismo. Estas mutilaciones consiguieron que muchos textos resultaran incoherentes, pero pocos percibieron que algunos dibujos incomprensibles habían sido víctimas de las tijeras del censor de turno.

Los "malditos" 60 La peor época llegó a partir de los años sesenta, tras la llegada de Manuel Fraga al Ministerio de Información y Turismo. La aprobación de una nueva ley, aparentemente "aperturista", dio esperanzas a editores y autores, pero en realidad puso en práctica todas las normas que se habían dado hasta el momento, lo que volvió insoportable la tarea de publicar historietas.

Dentro de esta tesitura jugó un papel fundamental el dominico Jesús María Vázquez, que tenía teorías reaccionarias sobre la juventud, la televisión y la violencia. "Al mando de una comisión de prensa infantil y juvenil, se dedica a cumplir la ley, y a partir de aquel momento a destrozar los tebeos", señala Vicent Sanchis.

El autor del libro es periodista y narra cómo entró en el fascinante mundo de los tebeos y cómo se percató de la censura que se había ejercido en ellos: "La afición por los tebeos la tengo desde pequeño, probablemente aprendí a leer con ellos. Me gustaban mucho las historias de El guerrero del antifaz. Las leía en casa de mi tío que se había comprado los cuadernos durante los años 40 y 45. En los 70 se volvió a editar, y yo pensé que tendría mi propia colección. Cuando empecé a leer los tebeos reeditados me di cuenta que todo esto estaba mutilado".

Sanchis comprobó que las viñetas no eran las mismas. Se habían eliminado pasajes que el censor consideró violentos, determinadas frases fueron borradas y la fuerza del protagonista era menor. "Cuando empecé a comprar me di cuenta de que alguien había metido mano en mi cómic preferido y ya no parecía lo mismo".

Sintió curiosidad por los cambios que habían sufrido los personajes que habían poblado su imaginación infantil y sus sueños adolescentes. Investigó sobre otras historias y se topó con El Capitán Trueno. "En 1956 se publica la primera historia de El Capitán Trueno. En ella, el caballero medieval creado por Víctor Mora y Ambrós se enfrenta al robo de un cáliz sagrado, que termina encontrando en Jerusalén y que se compromete a devolver. En 1964 se reeditan las aventuras del héroe con otro formato y bajo el nombre Trueno Gigante, pero la censura considera entonces que el cáliz es un objeto demasiado sagrado como para trastear con él de un lado a otro. Así que se opta por borrarlo y transformarlo en una corona. Coges el cuaderno infantil apaisado (1956) y luego el tebeo grande (1964) y te preguntas, ¿aquí qué ha pasado?", apunta Sanchis.

nada de sexo "Había normas, y quedaba claro de lo que se podía hablar. La sexualidad estaba prohibida, pero los editores, dibujantes y escritores lo tenían asumido y no incidían en ello. Tampoco se podía cuestionar la jerarquía. Y la jerarquía bien entendida empezaba en la casa. En una historieta infantil, que unos personajes de tebeo se metieran con sus padres no estaba bien visto. No se podía cuestionar la figura paterna". Según cuenta Sanchis, las gamberradas infantiles no podían estar destinadas a los padres, "en ese sentido, se suavizaron muchas historias".

Sí hubo algunos autores que mantuvieron el pulso y no quisieron renunciar a unos niños que cuestionaban a los adultos: "Aquí podemos hablar de La familia Trapisonda, una de las más leídas y populares de Francisco Ibáñez. Al principio eran hijos y padres, pero para que la jerarquía paterna que imponía el régimen no se viera menguada se cambió el parentesco por sobrinos y tíos".

Para el autor de Tebeos mutilados no tenía sentido la nueva historia, pero fue el único recurso que editor y autor encontraron para que la popular familia siguiera con vida y no sucumbiera ante las devastadoras garras de unos censores que querían controlar la imaginación y también la vida de los lectores con sus ridículas imposiciones.