¿Competidores?

Iker: Lo justo. Sí, pero no tanto. Sí porque no es malo. Decir que no sería un poco...

Juan: Sería mentir.

Iker: Eso es. Sí lo somos pero en su justa medida, sí desde lo correcto.

Juan: Los dos vendemos limones a los mismos compradores. Es lo que hay. Lo que pasa es que ser competencia no significa ser enemigos acérrimos. Somos competencia puesto que trabajamos en el mismo mercado o parecido, y lo hacemos en la misma pequeña ciudad, los mismos días y a las mismas horas. Lo que pasa es que no estamos enfrentados, o procuramos enfrentarnos lo menos posible (risas). Una vez que estás en el mismo barco partes de la base de que es mejor llevarte bien que mal, así como principio general. Además, nosotros nos conocemos desde hace tiempo. Compartimos una forma de ver, una manera de gestionar los conciertos y las cosas de la noche. Estamos en la misma onda y eso facilita mucho las cosas.

Iker: Los dos entendemos qué debe ser la música en vivo, las salas, el apoyo y la visualización que deben tener, y lo que aportan a la cultura en general tanto de esta ciudad como de otras. En muchas cosas de la vida coincidimos, incluso en gustos musicales. Eso nos lleva, sabiendo que cada uno tiene su proyecto personal, a saber no engañarnos mutuamente. Competimos pero teniendo en cuenta que cuanta más información compartamos y más claros seamos, todo irá mejor. Por estar, incluso estamos juntos en Kultura Live (la asociación de salas privadas de Euskadi y Navarra) y sabemos qué otras realidades hay en otras ciudades.

Seguro que a los dos, haciendo una lista improvisada, se les ocurren 20.000 "negocios" mucho más rentables que meterse en esto de la música en directo.

Iker: Sí, sin duda.

Juan: Lo que pasa es que está la rentabilidad económica pero también, por así decirlo, la rentabilidad del alma, que no tiene precio, no tiene sueldo, no tienes cómo contarla... Es evidente que es un negocio inviable. Puedes hacer una lista de todas las salas que ha habido en Gasteiz, por no irnos a otros sitios, y cómo todas han empezado a programar pero al año o incluso a los seis meses han dejado de hacer conciertos porque económicamente no es viable. Tiene que gustarte mucho. Y ahí está también el concepto de qué ciudad queremos. Yo no me dedico a la política, ni voy a entrar a montar mi ideal de ciudad, pero sí sé qué quiero que suceda y qué puedo hacer al respecto. Yo he viajado con la música por muchos lugares y ves cosas que te encantaría que sucedieran aquí y otras que te hacen desear volver (risas). Esa perspectiva te ayuda a saber qué tenemos y qué queremos. De ahí nace Helldorado, que no deja de ser una asociación con un montón de socios, gente como Iker y yo, que es amante de la música y de la cultura, y que tenemos claro qué tipo de vida cultural nos gusta disfrutar, de qué forma, a qué precios y con qué tipo de organización.

Un negocio complicado en una ciudad que tiene un público muy reducido, donde ves las mismas caras en todos los sitios, algo que, cuidado, también se puede decir, por ejemplo, en el caso del teatro.

Juan: Pero eso ocurre un poco en todas las ciudades.

Pero estamos hablando de una capital de 250.000 habitantes y no es que Jimmy Jazz y Helldorado tengan aforos de 4.000 o 5.000 personas.

Juan: Eso lo he pensado muchas veces. En Helldo entran unos 300 y en Jimmy unos 800, eso en una ciudad de 250.000 habitantes más los que vienen de fuera... Imagina, no es que tengamos público para los dos, es que podríamos llenar diez salas más (risas). En eso llevamos trabajando desde el principio en Helldorado, en conseguir que la gente se mueva y no sólo con los cuatro grupos conocidos. Y en cierto modo creo que se han conseguido algunas cosas, que hay un público entendido, fiel y heterogéneo en cuanto a gustos musicales aunque sea reducido en número. Conseguir esa variedad y calidad es también nuestro trabajo, y el de los medios, y el de...

Iker: Bueno, y el de la propia sociedad. A veces caminamos contracorriente. La cultura en el siglo XXI en vez de estar enmarcada en el conocimiento, en la amplitud de miras, en... Se ha llevado en exceso al ocio. Es muy comparable a salir para hacer snowboard, por ejemplo. Eso ha hecho que la música en vivo pierda posiciones en lo que se refiere a público o a número de personas que se supone deberían acudir a los eventos. Por ejemplo, si el rock and roll hubiera estado bien visto, si la gente hubiese entendido que detrás de él o de las músicas populares del siglo

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