Vitoria. Armando Llanos ha hecho arqueología... de sus propios fondos vitales. Más de cuatro décadas de pasión en busca de las huellas latentes de la historia confluyen en la donación de los hallazgos -un surtido lote de archivos- que acaba de realizar al museo Bibat, componiendo una colección abierta a nuevas inclusiones futuras, un rastro que supone el eco de "toda una vida dedicada, con entusiasmo y tesón", apunta la diputada de Cultura Lorena López de Lacalle, a este singular quehacer.
Una disciplina, la arqueológica, que en Llanos nació afición. Pero una afición nada caprichosa, sino más bien pormenorizada, exhaustiva, científica. "Desde entonces han cambiado muchas cosas, porque la investigación ha ido avanzando, sobre todo en analítica; por entonces, no había leyes al respecto ni existían los cauces adecuados", recuerda Llanos. Y, cuando lo hace, su cabeza se remonta, por ejemplo, hasta 1964, cuando el arqueólogo realizaba sus primeras intervenciones en la excavación del Castro de las Peñas de Oro.
Después llegaron las de La Hoya, Kutzemendi, el Castro de Henaio, la Chabola de la Hechicera, el Castro de Berbeia, Gardelegi... Y de todas ellas -en territorio alavés y fuera de él- levantó acta el arqueólogo a través de fichas, fotografías, dibujos, inventarios, planos... Un material que, tras servir de materia prima para diversas publicaciones, estudios y memorias, busca ahora las vertientes más didáctica y expositivas, la conservación, con su adhesión a los fondos del Bibat.
Los descubrimientos llevados a cabo con el paso de las décadas, la ortodoxia archivística que se practica en este campo y la aparición de las nuevas tecnologías posibilitan actualmente contar con numerosos datos de cada prospección, pero, si nos remontamos unas décadas atrás -aunque mucha documentación pretérita ha quedado perdida para siempre en el tiempo por falta de método-, Armando Llanos cree que su labor, "en aquellos momentos, era puntera".
Por ejemplo, sin que nadie lo requiriera y a pesar de los escasos recursos con que contaban -Llanos tiene un recuerdo para el filántropo y aficionado Vicente Botella-, el arqueólogo y el resto de los compañeros de pasión con los que ha trabajado, realizaban recogidas de todo tipo de muestreo del entorno de cada yacimiento, practicaban a la par una suerte de pionero abierto por obras y convertían también sus excavaciones en auténticos campos de trabajo y formación, anticipándose a muchos de los modelos que se aplican hoy en día.
La donación de Llanos permite, a través de decenas de piezas de material original, "ver cómo estaban muchos yacimientos antes y comprobar como están ahora". Esa "validez" testimonial, que puede dar pie a nuevos estudios y profundizaciones, que puede articularse de modo público a través de la exposición de estos materiales, es la que ha llevado al arqueólogo y a su familia a decidir este movimiento de sus archivos particulares al espacio museístico ubicado en la calle Correría. "Lo mejor era depositar todo en un sitio donde se pudiera conservar, e incluso utilizarse", reflexiona Armando Llanos.
Por eso anima a todo aquel que posea piezas de este tipo -o de cualquier otro campo que pueda derivar hacia la posibilidad del archivo- a que siga sus pasos, fortaleciendo de este modo la base de trabajo de las instituciones dedicadas a la investigación y el patrimonio. "Es un gesto que te honra como persona, como arqueólogo y como alavés". Son palabras de Lorena López de Lacalle en la firma del documento que certificaba la donación. Una huella que -sin necesidad de carbono 14- deja, sobre el papel, testimonio de un momento inolvidable.