Es un campo de amapolas o una sola flor en bucle de negativo? ¿Es un scrabble desordenado o un juguetón mensaje oculto? El Archivo del Territorio Histórico vuelve a ponerse visual. Vuelve a vestirse poético. Lo hace de la mano del Proyecto Amarika, que encarrila el espacio para que los alumnos de Artes y Oficios vuelquen en él sus versos audiovisuales. Sus imágenes literarias. Su expresión personal.
"La calidad de los trabajos es muy alta, pero es que malo sería que no hubieran aprendido nada en tres años", explica con sorna Juan Arrosagaray, profesor del centro de enseñanza no reglada. Y es que los pupilos del tercer año del departamento de Imagen -tanto de vídeo como de fotografía, ya que ambos se mezclan en este curso-, son los convocados a este reto que se lanzó hace ya tiempo, a principios de la temporada. "Más que un tema, la poesía visual es una forma de contar; no se proponía hablar del verano o del paso del tiempo, sino hablar de esta manera".
Y los alumnos han respondido al reto. Han hablado con sus miradas. De muy diversas maneras, pero siempre aceptando la poesía visual, pátina de lenguaje que emergió en las vanguardias de los años 20 y sigue, aún hoy, vigente. "Es una forma de contar muy rica y muy cercana a la creación pura, no una mera estrategia cerrada", apunta Arrosagaray, comisario de la exposición junto a sus colegas Koldo Mendaza y Piko Zulueta.
21 piezas fotográficas y 18 audiovisuales ocuparán desde hoy y hasta el 5 de septiembre la sala anexa al recinto universitario, con horario de 8.15 a 14.30 y de 18.00 a 21.00 horas. "Es una experiencia gratificante y nos anima para hacer otras cosas", afirma Jone Estibariz, una de las alumnas de Artes y Oficios participantes, que destaca lo positivo de compartir espacio y puntos de vista con gente "que tiene tus mismas inquietudes".
Dos puntos: poesía visual es el título de la muestra, segundo gran encuentro de la temporada tras la cita del alumnado en la sala Luis de Ajuria. Dos puntos como símbolo ejemplar de la poesía visual, que cuenta siempre desde la forma. "Es un texto que se transforma en imagen, porque después de los dos puntos siempre viene algo; dos puntos... y luego contamos algo".
Páginas con ojos que leen al lector, arena de tiempo escapándose entre los dedos, barandillas que encaminan a otro mundo. Decía Chillida que una obra de arte siempre se conjuga en presente cuando unos ojos la miran. Las poesías parecen recitarse ante los ojos del espectador cuando se para frente a ellas, cuando les concede un segundo para contar su historia, un chasquido de imagen con inciertas y mágicas resonancias.
En la senda de Joan Brossa, Chema Madoz o Meret Oppenheim, el Archivo se sumerge en reflexiones, sugerencias y juegos. "Va a haber opciones para todos los gustos, si no te gusta un trabajo te va a gustar el de al lado". El poemario se abre ya hasta el límite del verano.