Vitoria. Cada paso dado es un avance hacia la restauración de Santa María, aún entendiendo que la Catedral necesitará un mantenimiento sine die para garantizar su futuro. Pero el edificio no deja de ser todavía un enfermo en proceso de recuperación, un paciente que aunque ya ha se encuentra estable de algunas dolencias (por no decir, curado por completo), sigue con problemas muy graves en algunos de sus espacios.
Es el caso de los arcos de las bóvedas del brazo sur del transepto (es decir, la nave transversal que cruza a la principal). El paso de los siglos y determinadas actuaciones llevadas a cabo en el templo han hecho que estén en una situación más que precaria, algo que se está intentado remediar desde hace tiempo dentro de un proceso que durante las próximas semanas va a vivir su momento más delicado y, tal vez, más espectacular.
El objetivo final, dejando a un lado explicaciones técnicas y detalles pormenorizados, es levantar cada uno de los arcos entre 4 y 40 centímetros y rellenar los espacios que se generen en esta operación con cuñas que aseguren que no habrá más movimientos en esta zona. Escrito así puede parecer una operación sencilla. Pero detrás de esta idea descrita en pocas palabras hay mucho más de lo que hablar.
Los trabajos comenzarán hoy mismo, unas labores que durante el próximo mes y medio, de forma aproximada, afectarán al desarrollo habitual de las visitas guiadas por el interior de Santa María para garantizar tanto la seguridad de las personas que acudan al templo como el libre movimiento de los operarios que estarán llevando a cabo la actuación prevista.
Esto va a suponer que se suprimirá la salida al paso de ronda que finaliza justo en el lado sur del transepto o crucero (ambos términos se suelen utilizar de forma simultánea), aunque las personas que acudan a la Catedral podrán seguir el desarrollo de las acciones previstas desde el triforio, que durante estas semanas abrirá sus puertas todos los días y no sólo los miércoles y sábados como hasta ahora.
Cuando todo termine, en el lugar no quedarán huellas visibles de lo hecho. Se retirará el andamiaje actual y Santa María lucirá en esta zona como si nada hubiera pasado. Pero ahora mismo, la actividad es frenética y, además, lo es a varios metros de altura.
A 20 metros del suelo En el exterior, la Fundación encargada de la recuperación de la Catedral lleva trabajando ya tiempo, reparando y mejorando los contrafuertes y el muro, gracias, entre otras cosas, a la instalación de estructuras metálicas que han impedido el avance de la inclinación de este espacio, y a la inyección de lechadas de cal.
Ahora, las actuaciones se trasladan al interior. Artemon, empresa encargada de ejecutar el proyecto, levantará los tres arcos correspondientes a las bóvedas del crucero sur que confluyen en el contrafuerte de la portada de Santa Ana, del siglo XV. A lo largo de los años han perdido su curvatura original y se encuentran muy deformados por lo que no pueden asumir más movimientos, lo cual puede convertirse en un problema muy grave en los próximos años.
A 20 metros del suelo lo que ya se ha hecho ha sido colocar una estructura de madera y hierro con la forma de los arcos. Además, se han instalado los 18 gatos hidráulicos que, a partir de hoy, van a ser los encargados de ir subiendo las bóvedas hasta los parámetros estipulados. Todo ello va a ser controlado, además, por varios sensores.
Cuando esto esté terminado (se calcula que serán necesarios dos o tres días), se procederá a la consolidación de los arcos, rellenando los espacios generados al levantar todo el entramado a través de morteros de cal y de lajas de piedra caliza. El siguiente paso será ya el desmontaje de toda la estructura necesaria en la operación. Y, en teoría y si todo sale como está previsto, aquí concluirá el camino.
"Es un gran trabajo tecnológico que requiere mucha precisión", explicó ayer José Carlos Gorbea, responsable de Artemon, empresa encargada de esta obra en concreto. "En esta zona ya hemos hecho un trabajo muy importante pero es evidente que ahora empezamos una obra muy delicada", apuntó el director de la Fundación Catedral Santa María, Juan Ignacio Lasagabaster, quien anunció que todo el proceso está siendo documentado.
La voz de alarma Son ya muchos los espacios de Santa María que han recuperado su ser o están ultimando su fase de recuperación. 2012 se acerca y esa fecha marcará el final de la restauración, aunque después haya que seguir trabajando en el templo, como siempre recuerda Lasagabaster. Pero también hay zonas en las que todavía queda mucho por hacer, como es el caso de estas bóvedas, sin olvidar, por ejemplo, sus compañeras situadas al otro lado del crucero.
Pero, tal vez, las labores que se van a realizar estas semanas tengan incluso un valor sentimental para todos aquellos que están involucrados en la recuperación de la Catedral gasteiztarra.
Y es que fue un simple pero significativo hecho ocurrido en 1991 en este mismo espacio el que desencadenó el presente y futuro del templo gótico. Ese año, un trozo de una pieza de relleno entre los nervios de una de las bóvedas cayó en el interior del edificio levantando todas las alarmas.
Se planteó entonces en qué estado de conservación estaba Santa María y se puso en marcha todo el proceso de recuperación de la Catedral. Tres años después se decidió cerrar sus puertas para evitar que cualquier otro desprendimiento causara daños personales, para pasar después a ejecutar el Plan Director de Restauración, crear la Fundación y poner en marcha el Abierto por Obras.
Casi 20 años después de que aquel trozo se precipitara al vacío, todos los ojos, los trabajos y los esfuerzos se vuelven a centrar en este espacio. "Esa pieza caída es una clara demostración de cómo en una crisis pueden aparecer oportunidades", reflexionó la diputada de Cultura, Lorena López de Lacalle.
En realidad, la situación en este espacio tiene orígenes bastante más antiguos. Los problemas derivados de la apertura de la Capilla de los Reyes en el Siglo XVI y un insuficiente contrafuerte exterior provocaron las primeras deformaciones importantes en esta zona, sin olvidar el hecho de que las bóvedas, en el origen, eran de madera. Ya en el siglo XIX, el arquitecto Saracibar tuvo que intervenir reforzando el contrafuerte en el que confluyen los tres arcos, una operación que implicó el cierre de la portada de Santa Ana.
En la restauración llevada a cabo en los años 60 del pasado siglo XX se detectaron nuevas grietas en estos arcos y se trataron según las técnicas conocidas en aquel momento. Se colocaron una especie de llaves o grapas metálicas sobre las fisuras aparecidas, y se solucionó el problema de forma temporal. Sin embargo, la tendencia natural de un arco es buscar nuevos puntos por los que abrirse, algo que ha sucedido con el paso del tiempo.
En 1991, se desprendió parte de una de las bóvedas del transepto sur por una de las grietas, justo encima de la portada de Santa Ana por el interior. A partir de entonces la zona se protegió con un sistema de andamios y se monitorizó para controlar los posibles movimientos. Por fortuna, desde ese momento no ha habido ningún incidente, aunque los controles han mostrado la inestabilidad de la zona y que las grietas se han seguido produciendo.
Ahora ha llegado el momento de poner fin a esta situación "y esperemos que la solución dure durante muchos años", bromeó el arquitecto de la Fundación Leandro Cámara. El tiempo dictará. Pero será el futuro. El presente es un mes y medio en el que muchos ojos en Santa María estarán puestos a 20 metros de altura. Allí, la Catedral crecerá unos centímetros.