¿Es usted del bando de los buenos o de los malos?
¿Y quiénes son los buenos y quiénes los malos? Después de haber leído a Nietzsche es complicado trazar la línea (risas). No, no soy ni de unos ni de otros, es sólo el título del álbum, elegido para picar un poco. Todo el mundo me pregunta la razón por la que he elegido este nombre. Se lo leí una vez a un tipo en el TMEO. Me quedé con eso de qué buenos son los buenos y qué malos son los malos. Me hizo mucha gracia. Pero no soy de ningún bando. Y eso que está de actualidad. Mira lo que está pasando con Garzón y toda esta cuestión de la Guerra Civil. El otro día hice un chiste en el que aparecía Arias Navarro riéndose de este tema: Franco 1, Garzón 0. Franco no ha muerto, así que no podemos hablar tanto tú y yo (risas).
Ahora que está el álbum terminado y lo ve...
Es que no lo abro. Esto son diez años de recopilación. Es una mirada a un espíritu que se mantiene, es decir, hacer algo provocador, políticamente incorrecto, con contundencia gráfica... Es mi trabajo.
¿Se ha encontrado con piezas con las que ahora está menos contento y todo lo contrario?
Normalmente, cuando hago un chiste no me siento al día siguiente más o menos contento con lo que he hecho. Estoy todo el día cabreado, le veo defectos a todo así que no me siento muy satisfecho con lo que hago. No soy una persona muy optimista ni positivo. Cuando realizo algo no me gusta. Y tampoco soy una persona que tenga muchos recursos gráficos ni dibuje muy bien; me gusta la idea. Y aún así tampoco la idea la consigo. No me quiero mucho.
Después de tantos años trabajando, ¿cómo se hace para que la fuente de ideas no se agote?
Alguna vez me he medido el coeficiente intelectual y es normal (risas). No sé. Supongo que tiene que ver con el tesón. De pequeño quería hacer esto y el que la sigue la consigue.
¿Pero en qué momento uno dice: voy a hacer de esto mi profesión?
Tenía 21 años y estaba estudiando la carrera de Químicas. En mi familia, por entonces, no estaba muy bien visto que estudiase Bellas Artes. A mis compañeros de pupitre les hice un tebeo diciéndoles que me iba a dedicar a hacer cómic. Y así lo cumplí. Ahora tengo 45.
¿En algún momento se ha arrepentido de esa decisión?
Cuando me han caído rollos de juicios y demás. Cuando opinas suelen pasar esas cosas.
El mundo del cómic es muy amplio. ¿Le ha dado alguna vez por caminar por diferentes derroteros?
Me gusta dibujar, pero ante todo hago ideas, guiones. Yo no hago cómic, hago humor gráfico, es decir, pienso una idea y la estampo, bien sea con un foto-montaje o con un dibujo. Lo que más me gusta es pensar y expresar. Suena como muy genérico, pero bueno, es mi profesión, tengo las herramientas para ello y además me pagan por ello.
Y como consumidor de cómic, ¿cómo es Santi Orue?
Lo que he mamado han sido más cosas de los 80 y muy clásicas. No consumo, por ejemplo, lo que se llama manga o a los autores que les dan uno y otro premio. Me gustan los nuevos valores, la gente que dice algo. Por ejemplo, en el TMEO hay gente joven que está diciendo cosas hasta mejor que yo. Flipo con los chavales que, en una situación de crisis como la actual, se arriesgan, igual que lo hice yo en los 80, a trabajar para esto, a lanzar sus ideas sobre lo que ven. Incluso me dan un poco de envidia a veces y disfruto con planteamientos que lanzan y que a mí no se me han ocurrido. Y me ponen las pilas, también.
¿Y dónde se aprende a hacer esto?
Imposible. No se aprende. Son cosas, en mi opinión, de la situación social. Hay mucha gente que hace cómic, arte y pintura y demás que pertenece a un estatus social, y yo soy de barrio. Soy hijo de obrero y probablemente eso se me nota en lo que hago. Aunque esos que están arriba siempre aceptan a alguien como yo para que suba su nivel (risas). No, la cuestión, en mi caso, es que cuando era pequeño lo mamé, lo vi y luego me junté con una serie de gente que, en Vitoria y en los años 80, coincidimos para dedicarnos al cómic y seguir hacia adelante. Ahí tengo que mencionar, por ejemplo, a Mauro Entrialgo, que para mí ha sido el que ha llevado al cómic mucho más allá.
De todas formas, coincidieron en un ambiente que hoy no se da.
No, pero, curiosamente, con esto de la crisis estás encontrando cada vez más gente que quiere expresar. Igual no dibujan tan bien como en los 80, cuando estaba muy bien visto el gusto por la estética, pero ahora ves a personas que se preocupan por contar cosas más pegadas a la calle. Los chavales de ahora me parecen mucho mejores que yo.
¿Lo que cuenta es hacer y punto o es diferente crear para "El Jueves" y TMEO que para un periódico, con los que usted también ha colaborado (por ejemplo, hasta hace poco, "Público")?
Para mí no. Es decir, el que te contrata para El Jueves lo hace por lo que has hecho en TMEO y el que te contrata para Público es por lo que haces en El Jueves. Yo conozco, por ejemplo, a gente que trabaja para el ABC y no es de derechas.
Pero no me refería tanto a la cuestión ideológica...
Claro porque la ideología está muerta (risas). Las únicas personas que mantienen la ideología son los políticos y sobre todo de izquierdas. Pero volviendo a lo anterior, me da igual el soporte. Por ejemplo, yo hago cosas para TMEO porque me da la gana, vamos que no cobro.
¿La risa y la reflexión van juntas o no tiene que ser así?
Depende. Si consigues las dos a la vez eres un genio. Para mí es prioritaria la reflexión antes que la risa y lo digo aunque quede un poco aburrido. La risa es importante, cuidado. Es un poco el rollo del gamberro, que es lo que hemos hecho en TMEO. Pero es que el gamberrismo tiene también su reflexión. Así que son dos conceptos que están muy relacionados, aunque no siempre se consigan. Ya te digo, yo, cuando hago un chiste, primero va la reflexión.
¿Piensa en el público?
Pienso en el tipo que se ha quedado sin trabajo y que está en el bar desesperado. Pero no me quedo ahí. Quiero decir, que de la misma forma que bajo a los infiernos para ver, también pienso ¿de dónde salen los políticos a los que se les echa la culpa de estar en esa situación? Porque salen del pueblo. Todo el mundo critica a los políticos pero hay personas que están en el bar sin curro, a las cuales yo recurro para hacer el chiste, que también son votantes de Aznar o de Zapatero.
Mañana seguiremos en crisis, con miles de problemas, volveremos a trabajar si es que tenemos dónde... ¿Con una realidad así es muy fácil buscar la inspiración?
Lo que está pasando ahora no es fruto de devoción, por lo menos para mí. Me lo pasaba mucho mejor cuando estaba Aznar de presidente porque teníamos un mono de feria al que darle caña todo el día, que es lo que quería la gente. Ahora es más difícil porque la gente del bar creía que la supuesta izquierda le iba a salvar la vida y resulta que no y, claro, es más jodido hacer chistes de eso.
¿Se pueden tocar todos los temas?
No. No te puedes meter con Mahoma. Yo puedo hacer chistes sobre el cristianismo cualquier día, sobre Dios o los casos de abusos de niños. Eso sí. Pero hay determinada religión amparada por no sé quién con la que no te puedes meter. Es que aquí te puedes meter hasta con ETA, pero con lo otro... También hay otros temas como la inmigración sobre los que no se hacen muchos chistes. Por lo menos es lo que yo veo.
¿Y de la muerte hay que reírse?
Tú dirás. A mí me la pela.
Hay un momento en el que ciertas temáticas cansan.
Depende. Es como Aznar y Bush, los tienes ocho años pero es que me hacían tanta gracia... Cuando ves a alguien de ultraderecha sabes de qué va, lo que te pierde es una persona que te dice que vas a vivir en el País de las Maravillas, que todo va a ir bien, que vas a cobrar 400 euros... Con la gente que es cabrona no cuesta tanto hacer chistes. La cuestión es cuando te defrauda Bambi (risas). Hombre, también te ríes de él...
Pero viendo que todo eso se produce sin remedio, ¿uno qué hace, pide que se pare el mundo para bajarse?
No. Lo que pasa es que la ideología ya no existe. Nietzsche también se la cargó. Bueno a Dios y a todos. Y eso lo vivimos mientras Belén Esteban domina el mundo. Todo eso me hace a mí decir muchas bobadas.
¿Pero Belén Esteban y esos personajes no son un chiste en sí mismos?
Son la nada. Estamos viviendo en la nada. A la gente le ves perdida.
¿En casa está invadido por cómics?
Sí. Los cómic de Tintín me vienen bien para la depresión (risas). Sí, la verdad es que tengo unos cuantos. Además, a mi mujer también le gustan y claro... Es terrible.
Acaba de participar en una mirada desde el cómic a Vitoria. Y esa ciudad donde vive, ¿es un buen chiste?
Es lo primero que pensé cuando Iñaki Larrimbe me lo propuso: ¿cómo cuento el mejor chiste sobre Vitoria sin palabras y para ser visto en Angulema? Pues hice a las palomas vestidas de turistas haciéndose unas fotos. Me alegró mucho que el área de Turismo del Ayuntamiento se acordase de todos nosotros.
¿No se siente profeta en su tierra?
No. Para nada. Y ahora tampoco no me interesa. Voy más a mi aire. No creas, yo he trabajado bastante para el Gobierno Vasco, el Ayuntamiento... Tampoco nadie me ha negado el pan. Pero no me refería tanto a mi caso. Veo a gente como Mauro Entrialgo o Alvarortega que no les han considerado tanto y a mí me parecen verdaderos monstruos.
De todas formas, que nos hemos desviado, ¿cómo ve a su ciudad?
Con el tranvía, mal. ¿Se puede decir esto? (risas) Es una población que se ha ampliado sin mucho sentido, que ha creado guetos. No la veo muy bien o por lo menos no veo lo que nos intentan vender. Hombre, es una ciudad para vivir bien, supongo.
¿Y culturalmente?
No me interesa mucho. ¿Qué es cultural? Yo no vivo de la cultura, vivo de mi trabajo. Durante mi etapa de joven sí que vi a mucha gente que intentaba hacer chorradas pero no sé dónde estarán (risas).
De polémicas como la de la capitalidad tiene uno que sacar material para un año de chistes, ¿no?
Pero, ¿quién de los dos alcaldes tiró la piedra primero? Es que hay algunos que nada más llegar al poder empiezan a colocar lo de capital de Euskadi en todos los sitios. Claro al otro le sienta mal y monta tanto, tanto monta. Son cosas de políticos que al final se quedan en nada. ¿Quién durará más en el cargo? Supongo que el de Bilbao, aunque ya lleva lo suyo. El nuestro no creo que mucho.
Con todo, ¿no se dice que los vascos no tenemos sentido del humor?
No sé. A mí en El Jueves me tienen una consideración por eso de ser vasco. Yo, por ejemplo, cada vez que viajo me para la Guardia Civil. Claro, me llamo Santiago Orue y resulta que Otegi tiene un amigo que se llama igual. Pero bueno, que me voy del tema. Supongo que habrá de todo. Lo que yo hago es totalmente lo que llevan haciendo los vascos toda su puta vida: trabajar, trabajar y trabajar. ¿Y cómo nos ven? Bueno, ahora que lo de ETA parece que se está yendo a tomar por culo... Pero aún así... Tampoco creo que Patxi López y Antonio Basagoiti consigan ahora muchas cosas, de cambios y eso. Los vascos llevan mucho años en el mundo.
Hablando de vascos, cuando se juntan Mauro Entrialgo, Ata, Kini, Alvarortega, Mikel Valverde... y Santi Orue para tomar algo o pegarse una buena cena, ¿se habla de cómic?
Se habla de cómic y mucho. Somos unos adolescentes para eso (risas). Volvemos otra vez a cuando nos conocimos y éramos unos chavales.
¿Son más de comer o de beber?
Pues... (se mira la figura). Hay de todo. Yo ya tengo hasta colesterol.