fRENTE al escaparate, un goteo de curiosos. ¿De qué va esta tienda? No se vende nada. Sobre el cristal, un racimo de palabras invita a atravesar la puerta. Pero otras puertas esperan, más allá, al fondo de la estancia. Unas puertas que se abren a una historia incierta.
A juego con las luces navideñas de la calle Correría, el local del número 30 se ha vestido de tenue intimidad. De silencio. Un armario con vocación de teatro, con madera que se conjuga en tablas, ha aparcado hasta el día 10 al fondo. Lo guía Carmen San Esteban. Y guarda un secreto compartido.
El libro de visitas es un códice repleto de pistas, de huellas. "Es tan directo que hace que pases por cambios de sentimiento". "Al llegar no tenía corazón y me marcho con uno palpitando". "Es un momento íntimo, mágico, en el que te sientes único". "Me he dado cuenta de cómo se pueden ayudar a las personas"...
Son algunas de las sensaciones que la tinta ha recogido durante los últimos días. Sensaciones de recién salidos del armario, de estos cinco minutos introducido en otro pequeño mundo, de esta función insólita, sin necesidad de excelencia acústica, que apuesta por la magia y la incertidumbre.
Hay quien se retrotrae a la niñez. Quien cree haber vivido un juego. Hay quien no sabe qué subconsciente ha sido despertado. Y quien ha vivido un encuentro. "He vuelto a estar con mi querida abuela", explica una página. "Nunca había sido tan primera fila", reflexiona la siguiente. En los sofás, la próxima platea espera su turno. Suena la campanilla. El quicio de la puerta se lamenta. Un recién llegado sale. Un viajero entra.
"Cómo te gustan los extremos, nena", deja alguien en otra página. Un amigo de Carmen. A otro sus amigos le trajeron "literalmente con los ojos cerrados", recién llegado de Madrid. Otra recién salida -de la butaca más anexa del mundo- pasaba las fiestas en Vitoria. Se llama Silvia. "Me ha provocado entre tristeza y alegría, como las máscaras del teatro -"eres hija de Talía y Melpómene", dejó alguien escrito en el libro-, es intensísimo, la sorpresa de las navidades". Su hija pequeña no ha podido entrar. ¿Es esta pieza apta para niños? "No lo sé, podría probarse, ¿no?".
Como ella, una joven ha sido víctima de lo inesperado. La pareja camina ya de vuelta por Correría. "Acabo de salir y la verdad es que no me esperaba nada, me lo ha preparado como una sorpresa". ¿Cómo se ha sentido? "No violenta, pero rara, y estás a gusto, de hecho ya hemos cogido hora para unos amigos", reconocen.
Curioso, original, adictivo... "Me gustaría tener más ratos de armario cada día", reza la siguiente página. Y una nueva viandante cae hechizada por las cálidas luces de la mobiliaria escena. "Una obra de teatro en un armario, ¿pero dentro?". La sonrisa aflora siempre cuando uno mismo se visualiza en territorio de perchas. Un vestidor, todavía. Pero no es cuestión de fondo de armario. Ni de forma.
Es cuestión del secreto que desde hace días guardan quienes salen del pequeño teatro -¿lo harán todos?, probablemente no- y que alimenta un boca a boca que ha colgado el cartel de completo cada tarde, a partir de las 19.00 horas. Es entonces cuando Carmen se sumerge en este telón para mirar cara a cara, sin Talía ni Melpómene.
"Tiene un halo de tristeza... y huele a eso de los armarios, a alcanfor". Para todos los gustos, un armario, mil vestidos por descubrir...