"Perdonando las carencias argumentales del impostor, la sorpresa que Isabel recibió debería haberse tomado como una experiencia irrepetible, de ésas que sólo dan los duendes de la radio. La presentadora no tuvo ni la capacidad para reconocer a un no experto, ni la sabiduría para reflexionar positivamente sobre ello. Quien tantas sorpresas dio a gente que ni las deseaba, no ha sabido ser una digna protagonista de esta fábula".
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