Ante la perspectiva de haters... que quede bien claro lo siguiente: ¡libertad absoluta, total, a que cada uno haga con su cuerpo lo que mejor le convenga! Que te quieres inyectar siliconi en la superficie del pene (muy de moda, por cierto) para lucir dimensiones XXXL, pues ningún problema. Que quieres inflar tus bonitos labios cual dos morcillas de Burgos... ¡adelante! Que te pinchas ácido hialurónico en el rostro por encima de tus posibilidades, pues luego ya vendrá Paco con las rebajas. Porque una cosa es respetar, y quien escribe este texto ama la libertad individual por encima de todo, y otra muy distinta no comentar los cuadros barrocos (incluso cubistas) que terminan mostrando aquellos (y aquellas) adictos a los retoques estéticos. Los llamados cara de Pato Nicol, cuyo máximo exponente televisivo podría ser, sin duda, Kiko Matamoros.
¡El de ahora! Ese rostro carente de alma que muy poco tiene que ver con la persona que polemizaba en Telecinco hace más de diez años. Busquen una imagen suya de su época en A tu lado, por ejemplo, para cerciorarse de que el actual Kiko coquetea más con el lado oscuro de Voldemort (el malo de la saga Harry Potter) que con el mundo de los vivos. ¿El problema? Haberse sometido a una blefaroplastia y a una liposucción abdominal donde le extrajeron tres litros de grasa, a otra extirpación también de glándulas mamarias, y a la colocación de unas cánulas bajo la piel para marcar músculo. Media docena de intervenciones (así lo afirman las malas lenguas) que le han transformado en un lustro en otra persona.
Una apuesta por el bisturí que parece ser cosa de familia, pues su hijo Diego, también aficionado a los retoques, acaba de pasar esta misma semana por su clínica de referencia (como quien acude al dentista) para someterse a un tratamiento de efecto push up para copiarle el trasero al mismísimo Chris Evans, uno de sus actores favoritos. En un sublime culo veo, culo quiero, al parecer el resultado ha convencido. A él y a sus seguidores en Instagram, que ya solicitan primeros planos para valorar con objetividad tan pomposo resultado.