Señoras, señores, el estreno cinematográfico de Spencer ha confirmado lo que muchos ya sabíamos: que a la princesa Diana de Gales los Windsor le engañaron con la promesa de una vida real y feliz que realmente fue un tormento, y que Carlos de Inglaterra nunca la quiso. ¡Jamás! Ni en los buenos, ni (mucho menos) en los malos momentos. El heredero más paciente del mundo siempre estuvo enamorado, desde bien pequeño, de quien hoy es su esposa: Camilla Parker Bowles, la duquesa de Cornualles. Una mujer divertida, culta y extravagante, que se ubica en las antípodas de lo que en su día representó nuestra querida Lady Di: elegancia, saber estar, compromiso social, glamour... Pero no por ello debe resultar (o resultarnos) menos atractiva e interesante. Entre ellos, tras años de desdichas y amarguras, triunfó el amor verdadero, y quienes mejor la conocen califican a Camilla Rosemary Shand (su nombre de pila) de extraordinariamente amable, divertida, cercana y muy sincera. Una virtud esta última, sin duda, a valorar en una institución marcada desde hace siglos por la sonrisa falsa y el postureo.

Quizá por ello, por esa naturalidad que Camilla tiende a mostrar en público y en privado, esta semana los tabloides británicos escriben como locos sobre un costumbrista hecho acontecido en la apertura de la Conferencia sobre el clima COP26 en Glasgow. Una ruidosa ventosidad que pasó desapercibida para la prensa generalista, pero que debido a su sonoridad no pudo ignorar la duquesa de Cornualles. Se trata del pedo que se le escapó al presidente de los Estados Unidos de América, Joe Biden, durante el breve encuentro entre el mandatario yanki y su esposa, con Camilla y el heredero al trono del Reino Unido. Según la divertida prensa de Londres, a la esposa de Carlos de Inglaterra se le ha quedado grabado a fuego tal inconveniente digestivo del Comandante en Jefe de EEUU. Según afirman las cotillas lenguas de palacio, días después del hecho continuaba terriblemente impactada por la incomodidad del momento, y al parecer no deja de hablar de la flatulencia. "Largo, ruidoso e imposible de ignorar" son las palabras utilizadas por su Alteza Real para definir dicho cuesco. Un pedazo de pedo que no dinamitará las relaciones entre ambos países, pero que a todos nos lleva a imaginar el acongojado rostro de Biden intentando disimular semejante cagada. ¡Y nunca mejor dicho!