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En confianza

Javier Vizcaíno

Sánchez triunfa en La Haya

Si no fuera porque en el cónclave de la OTAN en La Haya nos jugábamos cosas muy serias, la directa habría sido tomarse a chunga la reunión de los socios del club bélico al que pertenece Euskal Herria, pese a su no rotundo en el referéndum que nos coló el trilero Felipe González. Al ver algunas fotos y escuchar ciertas declaraciones, la sensación era la de asistir a un sainete chusco con personajes exageradamente excéntricos, cuando no directamente zumbados. Lo demoledor es que esos individuos son los líderes de algunos de los principales Estados de Occidente y, en este caso, quienes tienen la capacidad de decidir sobre los conflictos bélicos del planeta. Pero ahí estaba Donald Trump, vociferando sus mamarrachadas matoniles a diestra y siniestra.

También el gerifalte de la cosa, Mark Rutte, lamiéndole las botas y licuándose ante el emperador de los Estados Unidos. O Giorgia Meloni, farfullando que no sabía muy bien lo que había votado, pero que le parecía que todo el mundo había votado lo mismo. Y sí, también estuvo Pedro Sánchez, mostrando sus dotes interpretativas, que le llevaron a pasar en cuestión de horas de Gary Cooper en Solo ante el peligro a Antonio Ozores en uno de sus célebres galimatías.

El tercer papel fue el de Tony Leblanc en Los tramposos, colando a propios y extraños el timo de la estampita. ¿Que hay que firmar el aumento al 5 % del gasto en Defensa? Vale, se firma, pero luego no se cumple, y que nos vayan echando un galgo. Leo y escucho por ahí a voluntaristas opinateros del ultramonte que el todavía inquilino de Moncloa quedó como poco menos que el gran apestado de la cumbre. Poco lo conocen. Esa marginación sobre la que se han regodeado los memes fue una pose perfectamente medida. Para su parroquia, Sánchez fue el único valiente que no pasa la mano por el lomo a los señores de la guerra. Tanto para él, que se une al alivio de haber conseguido que, durante un rato, el foco no estuviera en Koldo, Ábalos y Cerdán. Maestro.