Un compañero, veterano de mil Vietnams periodísticos, se hace cruces estos días por el páramo informativo de esta semana de Pascua, con una sequía que se extenderá más que probablemente hasta el 5 de mayo, salvados el Día del Trabajo y, en lo más cercano, San Prudencio. Sostiene que no recuerda semejante calma chicha ni en los agónicos meses de agosto en que tenemos que rellenar los diarios y las webs a base de festejos, reportajes de plantilla sobre robos de pisos en verano o los efectos perniciosos de tomar el sol en exceso. Y sí, es verdad que, haciendo bueno aquello de que no hay mal que por bien no venga, casi literalmente nos ha venido Dios a ver eligiendo estas fechas para llamar a su lado a su representante en la Tierra. La muerte del Papa Francisco, con sus panegíricos desmedidos, las imágenes rayanas en lo necrofílico y las quinielas por elevación sobre su sucesor, nos han salvado de la indigencia absoluta. También han aportado su óbolo las broncas entre los miembros del Gobierno de coalición español por un quítame allá ese contrato de compra de balas a Israel y ese aumento por la jeró del gasto militar. Pero si vamos a la política vasca, que es la que da verdadero sentido a nuestras páginas, resulta que nos hallamos ante la vaciedad más absoluta. Hasta el que reparte las Coca-Colas se ha tomado unos días de asueto, creando la muy digna de estudio circunstancia de que no hay problema cuya resolución no pueda aplazarse. Y en ese erial surgen los monstruos de la necesidad de crear titulares fuleros a ver si cuela. Guardaré en mi colección el de un meritorio del grupodecomunicaciónporexcelencia que sostenía que Aitor Esteban había hecho luz de gas a la portavoz del PNV en el Congreso, Maribel Vaquero, para erigirse como único negociador con el Gobierno español. La argumentación era cierta reunión con el ministro Albares para abordar un tema sensible. Se ocultó que Vaquero no estuvo por una cuestión de índole personal. Pero qué más dará la verdad, ¿no?