La Comisión Europea, siempre preocupada por nuestra seguridad, ha lanzado una recomendación que bien podría haber salido de una película de supervivencia: los hogares europeos deberían almacenar suministros de emergencia por si llega una crisis climática o, ya puestos, una guerra. Porque claro, nada dice “tranquilidad” como tener una despensa llena de latas de sardinas y papel higiénico por si se desata el apocalipsis.

Según Bruselas, conviene tener agua, alimentos no perecederos y medicamentos esenciales. Vamos, el kit básico para sobrevivir a un cataclismo o a la visita inesperada de la suegra. Eso sí, no han especificado si también hay que incluir una linterna, un silbato o una playlist de música optimista para mantener la moral alta mientras esperamos que pase la tormenta (literal o figurada).

Lo curioso es que, en el sur de Europa, esto de acumular provisiones suena un poco exótico. Nosotros estamos más acostumbrados a salir a la tienda de la esquina para comprar el pan del día que a montar un búnker en el trastero. Pero visto lo visto, quizás es hora de replantearse las prioridades: menos “operación bikini” y más “operación supervivencia”.

Claro que, si las cosas se ponen feas, siempre podríamos pedirle ayuda a nuestro vecino el “precavido” de toda la vida, ese que lleva años acumulando garrafas de agua y latas de fabada en su garaje. Porque si algo nos ha enseñado la historia es que la solidaridad es el mejor recurso en tiempos de crisis, aunque nunca está de más tener un paquete extra de galletas por si acaso.

Así que ya lo saben: si Bruselas lo dice, por algo será. Vayan desempolvando la mochila de camping, llenando la despensa y, de paso, practiquen su cara de “yo ya estaba preparado” para cuando llegue el próximo susto. Porque, como bien dice el refrán, más vale sardina en mano que cien volando.