Mejora el tiempo, apago la chimenea pero sigo nostálgico recordando mi infancia y su televisión blanquinegra, aquella que no tenía alternativa, quedando memorizadas para mi disgusto imágenes como las de alardes patrióticos en el Bernabéu tal día como ayer, San José, entonces artesano, hoy obrero, donde surgían músicas y bailes folclóricos para simbolizar el crisol de un país único. Unos guitarra, otros gaita y los de más allá bandurria, aunque ya nos recordaba el locutor que eran un todouno español inamovible.

Entonces también estudié que en su todounismo D. Franco obligó a todos los partidos muy de derechas a unificarse, encontrándose CEDA, falangistas y carlistas, que se odiaban, pegados a su dictadura. La ideología de cada cual pasó a ser la del Movimiento Nacional, cuyo contenido era exclusivamente eliminar al resto de ideologías.

Vaya usted a saber por qué me han surgido esas memorias al leer que D. Otxandiano pide que Euskadi tenga una sola hacienda por ser más eficaz que las actuales tres para, poco después de conocer ese deseo unificador, escuchar a D. Otegi pedir que en elecciones que no sean propias, o sea, españolas y europeas, PNV y EH Bildu construyan juntos yendo en lista única.

Aun pareciéndome, a mi parecer, que las nuevas propuestas unificadoras significan ir para atrás y liquidar el régimen foral, origen de la autonomía, además de pervertir la diversidad ideológica, base de la democracia, me propongo ayudar a su empeño de avanzar en todouno y eficacia sin poner nada en riesgo, sugiriendo, por ejemplo, que en toda Euskadi el pote y el zurito valgan igual o que un piso en Miraconcha cueste lo mismo que en Mañaria.

Puestos a unificar, estos procesos nos igualarían sin cuestionar nuestro origen ni reducir la democracia, aunque, por concluir la reflexión, frente a lo que pueda pensar EH Bildu, unificar no es construir. Unificar es sencillo, hasta Franco lo hacía, construir es un concepto complejo que no creo circule por sus neuronas.