Debo el encabezado del presente texto a una querida amiga que comparte conmigo este oficio de tinieblas y el vicio por el seguimiento de la actualidad. Me encontré con ella hace diez días en el Parlamento Vasco, donde Pello Otxandiano acababa de anunciar que celebraría una ronda de contactos con “diferentes agentes sociales para compartir y completar el diagnóstico de la situación económica actual, recogiendo impresiones y propuestas de los diferentes actores”.
Con su retranca habitual, mi colega me la dejó botando. “Esta ronda la pago yo. Ya tienes título para una columna”, me dijo. La idea se quedó en barbecho hasta que ayer tuvo lugar uno de los encuentros más destacados, el que mantuvieron en la sede de Confebask sendas delegaciones de EH Bildu y la patronal vasca.
Por lo que han trasladado ambas partes, la cita se desarrolló en un ambiente de cordialidad. Supongo que, viniendo de donde venimos en materia de relaciones entre la izquierda abertzale y las empresas del terruño, tal afirmación no es moco de pavo. Lástima que vayamos tan tarde.
¡El dolor que podríamos habernos ahorrado si las diferencias se hubieran dirimido alrededor de una mesa y no del modo cruel que todos tenemos grabado en la retina, literalmente, a sangre y fuego! Más allá de ese detalle, que insisto en que no es menor, aunque ya no valdrá para la próxima vez, el encuentro apenas sirvió para constatar las profundísimas diferencias entre ambas delegaciones. Siendo una gota malvados, podría reseñarse que la única convergencia reside en la oposición a la revisión fiscal pactada por PNV, PSE y Elkarrekin Podemos, aunque sea por motivos diferentes. A unos se les queda muy corta y a los otros, muy larga; la virtud, ya se sabe, suele estar más bien tirando hacia el medio. Respecto a todo lo demás, y aunque Otxandiano afirmó que siempre es “importante compartir puntos de vista”, nada entre dos platos, aparte de la ilusión de aparentar que se gobierna cuando se es oposición.