El pasado lunes, la máquina de la Moncloa anunciaba la condonación de deuda a las Comunidades Autónomas por valor de 83.000 millones de euros, una cantidad más que reseñable, aunque no es la total. En números globales, la deuda de las Comunidades Autónomas con el Estado ronda los 336.000 millones de euros, así que la condonación es apenas un parche en una herida bastante profunda. A efectos prácticos, Andalucía verá reducida su carga en 18.791 millones de euros, Cataluña en 17.104 millones y la Comunidad Valenciana en 11.210 millones.
Eso sí, que nadie se asuste por la foto macroeconómica: la deuda sigue existiendo, pero convenientemente reubicada en otro apartado contable, como quien esconde las facturas debajo del sofá cuando llega visita. Lo que sí cambia es el impacto inmediato para las Comunidades Autónomas beneficiadas, que se ahorrarán entre 5.000 y 7.000 millones de euros en intereses y pagos. Un respiro financiero, cortesía de la necesidad política.
El origen de este acuerdo no es ningún secreto: forma parte de la negociación del pacto de Gobierno con ERC. Sin embargo, su aplicación será general y alcanzará a todas las Comunidades Autónomas endeudadas con el Estado, lo que ha puesto a más de un presidente autonómico en un dilema incómodo. Porque claro, los gobiernos del PP han puesto el grito en el cielo con la medida, pero.... ¿y si les conviene?
Hoy, en el Consejo de Política Fiscal y Financiera, se examina la propuesta. El PSOE tiene los votos suficientes para sacarla adelante, pero la escena política promete ser interesante. Enfrente, varios barones del PP se encuentran en un aprieto: aceptar la quita supondría reconocer que no es tan mala idea, pero rechazarla sería dispararse en el pie. Y todo porque la propuesta viene con el sello de ERC, lo que en ciertos sectores políticos funciona como un repelente automático, independientemente del contenido.
Y aquí es donde la memoria juega malas pasadas. Durante años, algunos de estos mismos dirigentes han criticado el concierto económico vasco y han hecho campaña contra el famoso “cuponazo”, argumentando que era un privilegio injusto. Pero ahora, cuando el regalo viene envuelto con un lazo rojo y amarillo en forma de condonación de deuda, el cuponazo parece que ya no suena tan mal.
Quizás sean los mismos que hoy votarán a favor de la quita de deuda. Y quizás, solo quizás, no tengan memoria.