Menuda sorpresa tan poco sorprendente. La demanda de alquileres protegidos (lo del palabro da para una profunda reflexión) en Euskadi ha crecido casi un 50 por ciento entre enero de 2023 y junio de 2024. El dato lo ha aportado, a medio camino entre la filtración sincronizada y la comunicación convencional a través del consabido comunicado de prensa, el pinturero y pintoresco departamento de Vivienda del Gobierno Vasco, gestionado por el socialista Denis Itxaso. Quizá si hubiéramos nacido ayer de madrugada, cabría tragarse la cifra difundida como una de tantas estadísticas evacuadas por las instituciones públicas, casi a modo de inventario. Solo que en este caso (y en mil más) canta a leguas la intención que impulsa la puesta en circulación de estos números. Sobre todo, si no se disimula y, junto a los guarismos, se incluye una interpretación sobre los porqués. Así, y como ha repicado fielmente (en todas las acepciones del término) el medio de cabecera, se nos explica que el desbocado crecimiento de personas que piden sopitas a la administración pública para conseguir un techo bajo el que cobijarse se debe “al boom inmobiliario”. Qué fácil, ¿verdad? Una vez más, el culpable es el maldito capitalismo neoliberal. Venga, va. Acepto un trocito de esa tesis que no llega a tesina. Pero habrá que rascar una gota más y mostrar cierto inconformismo intelectual para preguntarse si detrás del boom o del capatapum solo hay malvados fondos buitre, desalmados grandes tenedores, insaciables constructoras o portales inmobiliarios carroñeros. Porque resulta que buena parte de la oferta corre a cargo de particulares corrientes y molientes. Quizá habría que preguntarse por qué muchas de estas personas que no son ni Amancio Ortega ni Elon Musk están retirando sus pisos del mercado de alquiler. A ver si va a ocurrir que la requeteprogresista ley española de vivienda está provocando el efecto contrario del cacareado. Claro que esa lectura resulta incómoda.
- Multimedia
- Servicios
- Participación
