Desde el siglo XIX, el formato de concurso en las artes visuales ha sido un recurso esencial para promover el talento y dar visibilidad a nuevos artistas. Los primeros concursos oficiales se remontan a las grandes exposiciones y salones artísticos europeos, como el Salón de París, donde creadores de diferentes lugares competían por un espacio en las acreditadas galerías de la época y, con ello, la oportunidad de darse a conocer. Este modelo se ha expandido y adaptado hasta nuestros días, transformado en una plataforma clave para jóvenes artistas que buscan su lugar en el complejo mundo del arte.
El concurso no solo ofrece un incentivo monetario, sino también, una vitrina pública donde el arte puede ser observado, comentado y discutido. Muchos artistas que hoy tienen una voz consolidada impulsaron su carrera participando en concursos. “La competencia es una prueba de resistencia más que de talento”, comentaba el artista contemporáneo Gabriel Orozco, destacando cómo este tipo de formatos no solo miden la habilidad, sino también la perseverancia y dedicación de los participantes. En un contexto donde muchas veces las oportunidades para darse a conocer son escasas, el concurso se convierte en una vía legítima para difundir el arte y abrirse camino.
Por supuesto, el formato de concurso conlleva la realidad de vencedores y vencidos, lo cual plantea un reto intrínseco: la subjetividad en la valoración artística. Los jurados, generalmente compuestos por expertos del ámbito cultural, enfrentan la compleja tarea de discernir entre obras dispares, donde los criterios de calidad pueden fluctuar y los gustos personales pueden influir. ¿Qué hace que una obra sea más premiable que otra? ¿Es la técnica, el concepto, la ejecución, o el mensaje que transmite? La respuesta nunca es sencilla, y cada concurso se enfrenta al desafío de hacer justicia a las propuestas presentadas. Sin embargo, como dice el dicho, “el que la sigue, la consigue”. A veces, el premio no llega a la primera ni a la segunda vez, pero si una obra tiene algo que comunicar, tarde o temprano, el talento es reconocido.
Hoy viernes, en Vitoria, el arte tiene una cita doble. A las siete de la tarde, en la Escuela de Artes y Oficios, se inaugura la exposición de los seleccionados y ganadores del certamen Arte Vital 2024. Y, una hora más tarde, en Zas Kultur, se abrirán las puertas a la exposición de los ganadores del certamen del año pasado: Natalia Albeniz, Alejandra Bueno, Zirika y Jesús Ramírez.
Los concursos, en su esencia, representan un rito de paso en la vida de los artistas. No solo son una oportunidad para mostrar el trabajo, sino también, como un escalón en una escalera, un punto de apoyo para llegar al siguiente: una beca, una exposición en una galería... Al final del día, tanto los que ganan como los que no encuentran en esta experiencia una motivación para seguir creando y explorando nuevos caminos en el arte.