La ciudadanía, así lo recogen las encuestas, reclama acciones contra la emergencia climática que los gobiernos no acometen aún. Está claro, cada vez más claro, que los poderes son reos en este reto de los intereses económicos que gobiernan el mundo. A pesar de la ciencia; a pesar de las realidades extremas que estamos viviendo; a pesar de que hasta se acometen (tibias) políticas para evitar el desastre de superar la temperatura promedio a lo largo de este siglo más allá del nivel que suponga una catástrofe, nos queda mucho por hacer. Por primera vez en nuestra historia requerimos una transición económica y social que se desligue de lo que se había vendido durante siglos como progreso. Ahora la conciencia social reclama cuidado, adaptación, mitigar el camino desbocado que se impuso pensando que todo era gratis, abundante y sin consecuencias. Y más justicia porque precisamente la población más vulnerable va a ser quien más sufra las consecuencias de los peligros extremos que ya nos llegan.

Las campanas siempre sonaron ante las catástrofes que requerían que todo el pueblo se alistara. Ahora la Fundación Clima propone volver a tañer un repique para el clima. Cuando las temperaturas suban por encima del nivel de emergencia, cuando las personas mayores, las más niñas, las más débiles, vayan a estar en riesgo serio, en algunos pueblos, animados por la Asociación Navarra de Campaneros y Campaneras, sonará el toque que nos recuerda que el riesgo es real. Como un incendio, una tormenta, una catástrofe. Las campanas que avisaban de las cosas importantes siguen sensibles a lo que amenaza el futuro. Cuando las escuchemos, tomemos nota y actuemos. Y ojalá no tengamos que oírlas demasiadas veces, porque como la sociedad mayoritariamente reclama, logremos enderezar esta crisis cuanto antes.