Otro susto para Pedro Sánchez. El Gobierno español tuvo que retirar su Ley del Suelo para que no fuera rechazada en el Congreso. Una ley que los ayuntamientos de todo el Estado consideran necesaria para facilitar el desarrollo urbanístico y la edificabilidad acorde a las necesidades actuales y que debería modificar la rigidez que impone la norma vigente, además de propiciar acciones relacionadas con la respuesta efectiva a la disponibilidad de vivienda nueva accesible –cosa que no garantiza por sí sola la propia Ley de Vivienda, por mucho que la ponderen–.
El proyecto de ley interruptus se ha venido gestando durante un porrón de años pero, al parecer, el gabinete del presidente socialista no había caído en la cuenta de que sería oportuno consensuarlo con una mayoría de la que no dispone. Es reincidente en esto de perder suelo en lugar de construir un embaldosado sólido a base de diálogo y acuerdo previo con sus socios.
Al césar lo que es del césar, hay que admitir que no es fácil pactar con quien tiene grabada a fuego cada fecha electoral. Eso le pasa al primer partido de la oposición, el PP, que no es que no le vaya a dar agua a Sánchez, es que le succiona cada charco en el que se mete. Eso explica que los alcaldes del PP hagan votos públicos por las modificaciones de modelo de gestión del suelo en la dirección que apunta la ley paralizada, pero ese interés quede sometido a la conveniencia de Núñez Feijóo de desgastar al líder socialista.
Se explica peor en el caso de Sumar, que suscribe el texto de la ley en el Consejo de Ministros y Yolanda Díaz se pone a mirar al tendido cuando bufa el morlaco en el Congreso, como si no fuera a atropellarla también a ella. Y es indicativo del momento en el caso de EH Bildu y ERC, que se pasaron la anterior legislatura firmando cheques en blanco a Sánchez y ahora le giran la factura para recordarle que les tiene que tener más en cuenta y repartirse el protagonismo.
A cada cual, lo suyo. Pero bien es verdad que al que corresponde rasear el piso para no tropezar con las baldosas es al PSOE. La ejecución de su agenda programa vale tanto como su capacidad de acoger en ella las sensibilidades que le dan la mayoría que precisa. Se lo recordó el PNV: tan importante es el suelo como no flotar sobre él.