A lo largo de la historia, la relación entre Francia y el sur de los Pirineos ha basculado entre la soberbia y la altanería, como si de un manantial escondido se tratase, siempre caudaloso y siempre vivo. Durante el siglo XVIII se suscribieron tres acuerdos conocidos como “Los Pactos de Familia” entre las monarquías pertenecientes a la Casa Borbón del Reino de España y el Reino de Francia, con la intención de hacer contrapeso al Reino de Gran Bretaña y al Archiducado de Austria.

Al analizar la historia con la mesura que otorga el tiempo, se observa la realidad como un “equilibrio inestable”. Dicha consonancia entre países limítrofes se derrumbó con el estallido de la Revolución francesa en 1789 y se consumó con la decapitación del rey francés borbón Luis XVI y la proclamación de la Primera República Francesa. La llegada de Napoleón Bonaparte a la Jefatura de la República en 1804 y su posterior gobierno dictatorial, culminarían con la ocupación francesa de España y la cruel guerra de la Independencia Española.

La beligerancia de Francia se ha camuflado de lo evidente de las formas pretéritas con lo sutil de lo moderno, siendo constante la priorización de los intereses nacionales, en detrimento del desarrollo de España. Siendo la lista considerable, acotaré mi análisis a lo más relevante para mi región, Euskadi. Mediante este símil sencillo comprenderéis los movimientos de bloqueo que describiré a continuación. “Para acabar con una planta es suficiente con coartarle el espacio necesario para que prospere”.

El primero de ellos al posponer en reiteradas ocasiones la interconexión de uno de los modos de transporte menos contaminantes que existe. El Gobierno francés ha descartado inaugurar antes de 2042 el corredor ferroviario de alta velocidad Burdeos-Dax, que conectará con la frontera española a través de la Y vasca (conexión entre Bilbao-Donostia-Gasteiz), perjudicando de manera notable la conectividad de la región. Al tratarse de una región con un importante sector industrial que depende de las exportaciones, la interconexión ferroviaria permitiría a las empresas vascas exportar sus productos con mayor comodidad al seno de la Unión Europea.

Francia, el manantial del mal para el sur de los Pirineos

Análogamente, el proyecto transfronterizo de infraestructura gasista que iba a unir la Península Ibérica con el resto de la Unión Europea, conocido como Midcat, pretendía bombear 9 bcm/año de gas natural al corazón industrial de Europa. Proyecto que se encuentra varado desde 2019, a falta de 226 kilómetros entre Hostalric (Región del noreste de Catalunya) y Barbaira (Región de Occitania del sureste de Francia). Por corolario, las seis regasificadoras de gas natural distribuidas homogéneamente por territorio español no sirven para aliviar la escasez de centroeuropa tras la reducción de 80% del gas natural ruso que llegaba por gaseoducto antes de la invasión de Ucrania.

En 2022 se anunció la interconexión verde mediante la tubería BarMar (posteriormente rebautizada como H2MED) con una inversión prevista de casi 2.500 M€. Dicho hidroducto submarino de 450 km de longitud entre Barcelona y Marsella tendría una capacidad de bombeo de 2 MTn H₂ renovable al año, con una puesta en servicio en 2030. Como no podría ser de otra forma, los primeros ministros de España, Portugal, Francia y el presidente de la Comisión Europea lucían sonrientes con el acuerdo.

Siempre se ha aseverado erróneamente que “la historia se repite”, sin embargo, es más preciso esbozar que “la historia rima”, porque evidentemente, el contexto no es estático, siempre evoluciona. Con lo cual, sólo me quedan dos opciones posibles en esta disyuntiva, ambas igual de graves, para definir a los líderes españoles implicados en el acuerdo H2MED: incompetencia por desconocimiento de la historia con Francia o iniquidad por omisión de la misma.

La apuesta de Francia, desde que comenzó a operar su primera central nuclear en 1967, ha sido clara: lograr la independencia energética a través de la energía nuclear; hecho que le ha llevado a ser exportador de energía eléctrica gracias a su posición en el epicentro de la Unión Europea, teniendo frontera terrestre con toda la zona industrializada del oeste de Alemania y norte rico de Italia.

En esta estrategia tuvo gran influencia Charles de Gaulle, jefe autoproclamado de la Francia libre durante la segunda guerra mundial, más allá de ser el líder en la victoria frente al Eje. Su doctrina, el gaullismo, permeó al espíritu francés por promulgar la independencia de Francia frente a cualquier injerencia externa, anteponiendo la soberanía del Estado al poder de las organizaciones internacionales.

A pesar del más que evidente calentamiento global, el manantial sigue brotando agua fresca, ya que el 28 de agosto de 2023, la ministra francesa para la transición energética, Agnès Pannier-Runacher anunció en el periódico Le Figaro 4.000 M€ de subvenciones en forma de contratos público-privados para el desarrollo de proyectos de hidrógeno mediante compensaciones por diferencias (CfD). Este anuncio subyace de la subasta de 800 M€ que ha establecido el Banco Europeo de Hidrógeno para el 23 de noviembre de 2023, por el cual se pretende otorgar un máximo de 4,5€/kg de hidrógeno renovable y viabilizar económicamente los proyectos.

Con Francia, al igual que con el invierno, te acabas dando cuenta que “el invierno no muere, sólo cambia de hemisferio”. La rivalidad histórica entre ambos países es un factor que no puede ser ignorado, ya que podría dificultar la consecución de los objetivos comunes en materia de energía, y que tan necesarios son ante la emergencia climática que vivimos con la intensificación de calentamiento global. Todo lo previamente expuesto me encamina a concluir que, el lema idiosincrático francés de “Liberté, Égalité, Fraternité”, donde se ensalza la unión y buena correspondencia entre los que se tratan como tales, parecen palabras incompatibles con el proyecto europeo.

Autor del boletín semanal ‘Energy Analysis’ en Substack