No sé si en buena, mala o regular hora, se me ocurrió recordar en la red social de Elon Musk –llámenla X– que en su día nos hinchamos a calificar como tránsfugas a Sergio Sayas y Carlos García Adanero porque, después de haber desobedecido la orden de UPN de votar a favor de la reforma laboral, se negaron a devolver las actas y permanecieron en el Congreso como satélites por libre. Me preguntaba si la situación tenía punto de comparación con la abrupta marcha en bloque al Grupo Mixto de los cinco diputados de Podemos que habían sido elegidos en la candidatura de Sumar. Como cantaban los Siniestro Total de los primeros tiempos, solo vine a comprar pan y me enseñaron el Corán. Airados believers pabloioneirenistas se vinieron encima pontificando que Sayas y Adanero habían pillado cacho en el PP, mientras que los morados se iban al cajón de sastre parlamentario con una mano delante y otra detrás. Y ahí es donde, después de contar hasta un millón, hay que decir que y una leche. Como se ha publicado incluso en medios afines, el quinteto de escindidos cobrará un pastizal considerable en su nueva ubicación en el hemiciclo. Por no contar, como deslizó anteayer Aitor Esteban, que la saga-fuga se había producido no en la víspera sino en el día después de que se constituyeran las comisiones y alguno de los presuntamente disidentes habían pillado su cacho correspondiente, también traducible en cash. La autotitulada novísima política es incluso peor que la vieja cuando se trata de pasta.

De todos modos, sobran todas mis tribulaciones sobre lo que es o deja de ser transfuguismo. Hay un pacto contra tal cosa, también firmado por el partido de Pablo Iglesias, que lo deja muy claro. Y, por si quedaran dudas, están las palabras de Irene Montero cuando la diputada morada Meri Pita se fue al Grupo Mixto: “El transfuguismo es un fraude”. Pues eso.