Semana de constitución de diferentes gobiernos (autonómicos, forales y municipales), campaña electoral y debate “especial” entre candidatos que optan a presidir un gobierno en el Estado español y tiempo de reflexión y elección de opciones tanto sobre liderazgos, como de proyectos y caminos de futuro que se esté dispuesto a recorrer.
Esta ocasión no es muy distinta a la que afrontamos cada vez que hemos de tomar decisiones que trascienden de nuestro ámbito e interés o impacto personal. La incertidumbre, la falta de información que nunca nos parece suficiente (jamás dispondremos de información perfecta), la complejidad que habrá de determinar un futuro que por definición será más fácil concebir que acertar, condiciona la percepción de un no despreciable número de nubarrones o elementos en pleno cambio, que hacen combinar la dureza y dificultad de las barreras que conllevan con imaginarios o deseados espacios de oportunidad y esperanza. Ya sea uno u otro, el determinante crítico que lo inclina en uno u otro sentido dependerá, sobre todo, de nosotros mismos (en actitud colaborativa y colectiva) en función de nuestro compromiso con la decisión que tomemos, haciendo posible su ejecución hasta las consecuencias ultimas que conlleva.
Es verdad que hoy vivimos lo que en palabras de Branko Milanovic en su detallado artículo publicado estos días en Foreign Affairs, “La gran convergencia: equidad global y descontento”, parecería condicionar nuestro estado de ánimo, provocar una creciente desafección, en un cierto camino, acelerando la inclinación hacia una desafección con la democracia y sus líderes, autoridades e instituciones y que este triple sentido nos permitiría inhibirnos, uno a uno, de nuestras responsabilidades trasladando a terceros la culpabilización de aquello que suceda.
Agradecemos, así, la suerte de avivar nuestra pereza mental ante la multiplicidad de factores, desafíos y problemas que exigirían nuestra atención para repensar un futuro mejor. Dejar que las cosas pasen o que otros se ocupen de ellas, sin aceptar nuestra cuota de implicación, nos permite minimizar el efecto en nuestras vidas de movimientos geopolíticos, de un reposicionamiento de roles de los actores de la economía en curso hacia un nuevo modelo de crecimiento y desarrollo económico, la búsqueda de un nuevo mundo consciente de procesos cada vez más exigentes de inclusividad, de horizontes idílicos transitando hacia nuevas economías con alma, más allá del mercado, que busquen resolver, a la vez, objetivos económicos, sociales, medio ambientales, de gobernanza, con la consideración de todos los grupos de interés implicados, en un más que amplio proceso de co-creación de valor al servicio de todas aquellas sociedades y comunidades con las que interactuamos. Sabemos que los sistemas educativos y sociosanitarios, que las administraciones públicas, la organización institucional en cada espacio de acción, decisión o convivencia, nuestras empresas, nuestras familias, nuestro empleo y trabajo, habrán de transformarse y, a la vez, nuestro planeta “ha de ser salvado”. Somos conscientes que seremos nosotros (solos y en conjunto) los que habremos de protagonizar las respuestas para sus soluciones, y que será el balance entre nuestros objetivos finales y los tiempos y renuncias o logros lo que defina las transiciones necesarias para un escenario final. Sabemos que cualquiera que sea el camino, una conciencia doble de progreso social y de cocreación de valor, resultará imprescindible y que esto obliga a aportaciones y renuncias, derechos y obligaciones. Pero lo cómodo, la fuente de esa “pereza mental y actitudinal”, se convierte en coartada para dejar hacer a “otros”. Siempre tendremos la oportunidad, a posteriori, de descalificarlas por las decisiones que hayan tomado, por lo que hayan hecho o dejado de hacer, o simplemente porque nos afecte de una manera incómoda o indeseable.
En este contexto, me parece oportuno destacar esto que he llamado el “moverse entre la magia y la manipulación del lenguaje” que sirve a muchos para vender ilusiones trucadas o falseadas, ya sea por la habilidad de la no verdad, la utilización de expresiones específicas o de glamuroso marketing y que se venden como sinónimo de modernidad, envuelven la vanguardia, el camino al paraíso, instalados en la confortabilidad (de unos) explotando el dolor (el de cada uno que siempre es demasiado). Un buen ejemplo de esto es lo que hemos tenido oportunidad de presenciar estos días en los discursos de toma de posesión de nuevos dirigentes en instituciones vascas. Por centrar el comentario, limitamos el hecho nada menos que, a las propuestas de los diputados generales de Bizkaia, Gipuzkoa y Araba (los tres del PNV y al frente de estos gobiernos en las últimas legislaturas y, de manera más o menos estable, en la dirección general de las estrategias del país desde el acceso al autogobierno tras el final de la dictadura franquista y proceso de recuperación democrática), y, en su contraposición, la réplica de los portavoces de Bildu (oposición autodefinida como progresista, nueva y en absoluto vinculada con un pasado inolvidable para quienes debimos sufrirlo: la Sociedad Vasca): “Continuismo versus NUEVOS TIEMPOS y PROYECTOS PROGRESISTAS”.
El CONTINUISMO proclamado por las presidencias supone avanzar en las siguientes fases correspondientes a un proyecto de construcción de un país moderno, vanguardista, basado en un destacado modelo de desarrollo humano sostenibles, inclusivos, que ha hecho de la combinación, a la vez, de los objetivos y políticas sociales y económicas, un innovador espacio y territorio al servicio del bienestar de los ciudadanos. Ha permitido transitar desde la nada hacia un espacio de bienestar en privilegiados puestos de cabeza, generando un mundo mejor. Su continuismo no significa detenerse, sino, por lo contrario, profundizar en el siempre inacabable recorrido que se requiere en este interminable proceso que ha de afrontar, día a día, novedosos cambios y desafíos, nuevas demandas sociales, profundas transformaciones radicales, aportando la fortaleza institucional necesaria. Es continuismo incorporar a las mega tendencias exponenciales, que se darán, queramos o no, aquellos nichos o ventanas de oportunidad desde nuestro capital humano y social, desde nuestras capacidades, dimensión y voluntad, la innovación radical demandada, el rediseño de un cada vez más exigente sistema de prevención, protección y seguridad social, un verdadero estado de bienestar sostenible, una industria-empresa-economía generadora de riqueza y empleo, que posibilite financiar el desarrollo inclusivo deseable y hacerlo, en el marco de las complejas y exigentes transiciones sociales y demográficas, hacia una energía verde, digitalizando –bajo control democrático– nuestras vidas, incorporando tecnologías facilitadoras, revitalizando o recreando instituciones democráticas, co-creando valor empresa sociedad, junto con todos los actores implicables (público, privados y de iniciativa social), en un mundo convergente en torno a un propósito y estrategia compartida. Esto es el continuismo del que mujeres y hombres que representan al PNV en las instituciones se sienten y salen orgullosos y comprometidos con un tracto histórico que nos pertenece al esfuerzo solidario de toda la sociedad vasca. No es, por el contrario, el discurso del “todo empieza hoy, de cero conmigo”. No es la sorpresa de quien cree descubrir América cada vez que se asoma a una ventana desconocida. Estos nuevos descubridores quizás no han descubierto aún todo aquello construido a lo largo del tiempo pese a que ellos se empeñaron en destrozar. Lo “nuevo” no es cambiar el lenguaje para proclamar que “ahora sí se apostará por una industria”, que ellos paralizaron e hipotecaron con una violencia y extorsiones o falsas banderas del ecologismo buenista, ni es, por fin, el momento de descubrir que en Noruega existen paraguas eólicos con participación pública (cuando ellos suprimieron una Euskadi no eólica), ni es “el momento del ferrocarril” (cuando lograron paralizar, encarecer, aterrorizar y eliminar a quienes creyeron en él hace décadas). No es tampoco el “nuevo tiempo” para “pensar en una nueva y moderna política fiscal” tras años de padecer “su sistema fiscal paralelo de la economía negra e ilícita”. No es tampoco, el momento de reinventar un sistema sanitario o un sistema educativo con la simpleza de “inventar profesionales de la salud” en 24 horas, ni mucho menos, supone modernizar la economía con autoempleo juvenil pseudo emprendedor mientras no tengan éxito en su empresa ya que pasarán a convertirse en empresarios continuistas…
La perversidad del lenguaje puede jugar peligrosos pasados. La complejidad y desafíos que afrontamos exige CONTINUISMO RADICALMENTE exigente acometiendo todas las inmensas transformaciones que necesitamos. Un largo plazo, con una visión y propósito debidamente orientados, con pulso, voluntad y experiencia firme para continuar con la cadena irrompible que permite no empezar de cero cada vez que alguien cree descubrir un nuevo continente, en la puerta de casa. Katea ez da eten!
De esto también va el compromiso y oportunidad de votar. Algo más que elegir cediendo responsabilidades en terceros.