El adelanto de la convocatoria electoral para el próximo 23 de julio ha pillado a gran parte de los votantes con las vacaciones programadas, reservadas y para los más previsores hasta pagadas.
Algunas tenemos una percepción muy estricta en lo que se refiere al ejercicio del derecho al voto. Se podría resumir en una teoría tan básica como que, si no ejerces tu derecho al voto luego no protestes por las decisiones que ese gobierno tome los próximos años. Como digo, es una teoría que suelo poner en práctica acudiendo a todas y cada una de las convocatorias electorales a las que he sido llamada desde los 18 años. Pero en esta ocasión realmente resulta terriblemente complicado conciliar el ejercicio del derecho al voto con las vacaciones. Creo que es la cita electoral más controvertida que recuerdo.
El binomio vacaciones y voto no debería ser un impedimento ya que, para eso se pensó el voto por correo. Es más, según datos de la oficina del censo electoral, se prevén 2.700.000 votos por correo y en los primeros días se recibieron 100.000 solicitudes diarias. Sinceramente, yo tengo mis dudas de cuantas de esas solicitudes se transformaran en votos reales. Es tal el laberinto para poder votar por correo y tan cortos los plazos que, para aquellos que viajen al extranjero resultara casi imposible ejercer el voto.
La solicitud de voto por correo es sencilla. Todo se complica en la segunda fase, es decir, cuando llega el voto por correo a nuestra dirección, el reparto esta previsto que se realice entre los días 3 y 17 de julio, no obstante, se hace de forma certificada, es decir en caso de no encontrarte en esos días en tu domicilio tienes que ir personalmente a recogerlo a la oficina de correos antes del 20 de julio y si estás en el extranjero me temo que resulta materialmente imposible votar con unas fechas tan sumamente ajustadas.
Desconozco la cifra de abstención para los próximos comicios, pero sí tengo claro que nos jugamos mucho como para permitirnos no votar.