El colectivo de personas que firmamos este documento pertenecemos a la primera promoción de la Ertzaintza. Al colectivo de hombres –no hubo mujeres en aquella primera promoción– que los días 1 y 8 de febrero de 1982 nos incorporamos a la Academia de Arkaute con el propósito de participar de la construcción de una policía democrática y de sustitución, y el 28 de octubre de ese mismo año participamos como alumnos en prácticas en el operativo de protección de la visita del Papa a Loyola. Arkaute, entonces, no era ni de lejos lo que es ahora como academia de formación de la policía vasca, ni nosotros tuvimos las oportunidades y recursos de formación que hoy disponen las nuevas generaciones de ertzainas.

Evidentemente, hoy ya estamos todos jubilados, pero seguimos siendo ertzainas, nos sigue uniendo un sentimiento profundo de pertenencia a una institución que hemos contribuido a crear y desarrollar, en medio de muchas dificultades e incomprensiones, pero, con una voluntad firme y persistente de ofrecer a nuestra sociedad un servicio policial inteligente e integral, equiparable a los estándares de seguridad de las sociedades más avanzadas. Seguimos manteniendo lazos de contraste profesional y amistad con muchas policías europeas y americanas que han sabido ayudarnos y nos han respetado siempre en nuestra contribución a hacer de la Erzaintza el mejor servicio policial posible para Euskadi.

Desde esa atalaya de observación y desde esa condición privilegiada que la experiencia profesional acumulada a lo largo de toda una vida profesional nos ofrece, y sin renunciar a la amalgama plural de sensibilidades y criterios profesionales que compartimos entre nosotros y seguimos contrastando a menudo, queremos alzar nuestra voz ante la deriva de determinadas actitudes que han aflorado en el seno de la Ertzaintza.

En estos últimos días hemos sido testigos de ciertos episodios que, bajo la apariencia de una iniciativa que lucha por los intereses laborales de las y los ertzainas, está poniendo al descubierto una situación que a nuestro juicio es altamente inquietante. Vemos con preocupación cómo un grupo de funcionarios y funcionarias pueden estar dilapidando el respeto y la confianza de la ciudadanía que tanto esfuerzo y sacrificios han costado conseguir a tantos hombres y mujeres que hemos pertenecido y pertenecen actualmente al cuerpo de la Ertzaintza y que constituyen el principal capital de una Institución como la nuestra, orientada al servicio público.

En nuestra condición de personas dedicadas durante muchos años al servicio público y también como ciudadanos y ciudadanas exigentes con la calidad de los servicios públicos que mantenemos, instamos a que, por muy legítimos que puedan parecer los argumentos esgrimidos, cesen inmediatamente todas las acciones que se estén diseñando y materializando fuera de los márgenes establecidos por las normas que, recordamos, las y los ertzainas están obligados a hacer cumplir y, por lo tanto, especialmente sujetos a ellas. Agradecemos, al mismo tiempo a todas y todos aquellos que, sin dejarse arrastrar por las emociones y los intereses inmediatos, han seguido prestando el servicio de la manera más profesional y cercana posible, y les animamos a trasladar sus reivindicaciones a través de los cauces legalmente establecidos, de acuerdo con la legitimidad representativa y con respeto a las normas de convivencia.

Instamos al Departamento de Seguridad a que, sin perjuicio de las actualizaciones y mejoras necesarias en las condiciones laborales de las y los ertzainas, y cuantas otras iniciativas procedan para la mejora del clima laboral, tome las correspondientes medidas, incluidas las disciplinarias si procede, y que, alinee, lidere y empondere a las y los mandos policiales de modo que, de manera inmediata, se restaure el principio de jerarquía ahora quebrantado por este desafío al que nos enfrentamos y que no debe, bajo ningún pretexto, ser pasado por alto.

Queremos trasladar, además, un mensaje de solidaridad al conjunto de mandos de la Ertzaintza, conscientes de que, como tantas otras veces, el liderazgo en momentos de crisis y, sobre todo, cuando se dan circunstancias excepcionales como en la actualidad, exige compromiso y asunción de riesgos excepcionales. Recordarles, también, que nada de lo construido hasta ahora lo ha sido sin esfuerzo, que conservarlo exige un permanente posicionamiento fuera de zonas de confort y que son ellos y ellas, junto con el conjunto de la Ertzaintza, depositarios de un espíritu que ha mantenido a nuestra policía como una de las instituciones más apreciadas por la ciudadanía vasca.

Actitudes y comportamientos como los que, atónitos, estamos observando durante estos días no pueden ni deben permitirse porque contribuyen directamente al menoscabo del prestigio de una institución, la Ertzaintza, que, pese a las muchas dificultades que ha tenido y seguirá teniendo, ha logrado constituirse en uno de los pilares fundamentales del nivel de autogobierno y del servicio de seguridad policial que hemos alcanzado en el transcurso de estos 41 años, y cuenta con la aprobación mayoritaria de la sociedad vasca. l

Los autores José Ramón Lezertua Urrutibeaskoa, Juán José Lakunza Toledo, Xabier Landa Olaetxea, Jorge Aldekoa García e Isidro Lizarazu Escudero forman parte del colectivo Ipar Haizea Taldea, de la 1ª promoción de la Ertzaintza