El hecho de que Vinicius tuviera que soportar insultos racistas es intolerable. El hecho de que otros jugadores, como Iñaki Williams, hayan sido vejados por el mero hecho del color de su piel, y que no haya habido ni la mitad del revuelo que con Vinicius, es asimismo intolerable. El que la única sanción verdadera por estas cuestiones se haya producido en un campo de fútbol por llamar nazi a un ucraniano asimismo da qué pensar. Visto así, sin mayor contexto, da qué pensar.

Pero hay vida más allá del fútbol, amigos. Ahí, fuera del fútbol, también campan por sus anchas el racismo y su prima hermana, la xenofobia. Todas las puertas están abiertas si eres un jeque árabe podrido de dinero y te quieres comprar un casoplón de los de verdad en Marbella. En cambio, si eres un pobre marroquí que vienes a sacar adelante una subsistencia mínima en trabajos que los blancos no queremos hacer, pues eres un puto moro. Sabemos que es así. Y si tienes la piel oscura como los futbolistas antes mencionados, no sólo se te puede llamar de todo sino que el trato puede ser hasta cruel, inhumano y degradante y aquí no pasa nada. Y si –además– eres mujer, ni te cuento. Hace falta un nivel de cuenta bancaria de jeque árabe para librarte del dúo infernal del racismo y de la xenofobia en todas sus formas. No basta con un nivel de jugador de fútbol profesional de éxito. Las cosas como son.

No es ningún secreto que no me siento para nada atraído por el fútbol. Allá cada cual, evidentemente. Faltaría más. Es, por supuesto, legítimo pensar que el escaparate que ofrece el fútbol se podrá aprovechar para detener el racismo, la xenofobia y muchas otras cosas que sacan lo peor que llevamos dentro. Pero, visto el historial de dicho espectáculo –y de lo que lo rodea– en estas cuestiones, tiendo a ser muy escéptico. Porque esto no se soluciona con sanciones de un comité de competición. Esto se soluciona con políticas públicas realmente prioritarias. Lo otro, es cuento.

@Krakenberger

El racismo no se soluciona con sanciones de un comité de competición. Esto se soluciona con políticas públicas realmente prioritarias. Lo otro, es cuento