Se refería, con su habitual precisión jurídica, el domingo en este periódico Juanjo Álvarez al episodio del sketch emitido en TV3 sobre la Virgen del Rocío y la parodia del acento andaluz. Tengo que avanzar que la parodia me pareció hiriente pero esta opinión está vinculada a un sentimiento, a un estado de ánimo que ni puede limitar el ejercicio de derechos fundamentales, la libertad de expresión y la vocación expansiva que a este derecho le atribuye la jurisprudencia constitucional, estado de ánimo o sentimiento que no puede transformarse en un ilícito penal.
Seguía comentando Juanjo Álvarez que el injusto penal concurre cuando se coarta coactivamente el ejercicio de cualquier manifestación religiosa, pero esta coacción no puede extenderse a la ofensa de los sentimientos religiosos que por muy repulsiva que nos resulte está protegida por el artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos.
Desafortunadamente la práctica no acompaña al respeto a este derecho considerado clave de bóveda de un estado democrático. James Joyce decía que él era abstemio “entre trago y trago”. En los últimos tiempos parece que todos defendemos los derecho civiles y la fundamental libertad de expresión entre condena y condena.
Hemos visto condenas llamativas como las de César Strawberry, cantante de Def con Dos; a la tuitera Cassandra, en ambos casos por ironías por la muerte de Carrero Blanco o Franco. En el ámbito de los sentimientos religiosos y gracias al activismo de una asociación denominada Abogados Cristianos, vinculada a la organización el Yunque, hemos visto con estupefacción la condena del joven aceitunero de Jaén por escarnio religioso al ubicar su rostro en la imagen del Cristo de la Amargura que sale de procesión en la Semana Santa de Jaén. Este joven ha tomado como modelo lo más auténtico que tenía a mano: a sí mismo, con decoro, según propia manifestación, dedicándoselo a un rapero de Manhattan llamado Makaveli y muerto a los 25 años.
Se denunció igualmente, aunque la denuncia se archivó en este caso, a Ramona Maneiro, la amiga de Ramón Sampedro, tetrapléjico y postrado en una cama para el resto de su vida, primer ciudadano en pedir el suicidio asistido. Ramona Maneiro le ayudó a morir proporcionándole cianuro potásico, fue detenida días después pero no juzgada por falta de pruebas y siete años después, prescrito el delito, admitió en televisión haber facilitado a Ramón el acceso al veneno. Se le denunció por inducción o apología de la eutanasia.
Se observa en nuestra sociedad la extensión de una moral conservadora, nacional católica que intenta amedrentar a quien ejerciendo libremente la libertad de expresión se enfrenta a las ideas mayoritarias de un grupo amplio. Estos grupos amplios, manteniendo inercias del franquismo o de la extrema derecha invocan la metacultura de una única religión y cada vez más la de determinados ideales políticos ultraconservadores.
Hay una historia verídica de carnaval y cuaresma que viene a colación de lo que estamos comentando. Ocurrió en el poderoso Monasterio de Oseira. Después de ponerse el mundo patas arriba en carnaval, en el que el cerdo era el rey comestible del festín, llegaba la extrema austeridad de cuaresma, con la prohibición de la carne. Pero un paisano entró un día en el refectorio y vio que los monjes seguían comiendo cerdo. Lo que hacían era echar puercos al río y recogerlos con la red. Fue una comitiva popular a protestar al abad y este proclamó: “Todo o que vén na rede é peixe”, “todo lo que cae en la red es pescado”.
Las ofensas a los sentimientos religiosos y a las manifestaciones de las identidades nacionales han existido siempre. En el segundo de los casos, los más mayores recordarán a Chomin del Regato (en aquella época no se podía utilizar la TX) que parodiaba sin ninguna gracia el acento de vascos hablando castellano incorrectamente, reforzando el estereotipo de vasco bruto, noble e ignorante. Son frecuentes las parodias y chistes de catalanes imitando su acento y su espíritu ahorrativo y mercantil. Las del madrileño chuleta imitando su peculiar acento y un largo etcétera.
Resultan más dañinas las parodias.
Jurista